*La calabaza*
—¿Usted es el de la cucurbitácea? Me dijo el profesor cuando me tocó el turno en el examen oral de matemáticas. —Sí, dije lacónicamente. —Ya puede retirarse, me dijo, nos veremos en septiembre. Yo había esperado sentado en la silla que había en la puerta del aula, mientras los dos profesores habían salido a tomar café. Por hacer broma, coloqué encima de la mesa de los profesores, una pequeña calabaza que había de adorno en la ventana. No supieron captar la parte cómica del intento de divertir al serio mundo de las matemáticas. Yo iba bien preparado, era alumno de nueve al alza. Ese lance de incomprensión ante el humor de un niño de once años, dio al traste con mi frustrada carrera de físico teórico, lo hubiera sido y de los buenos. El mundo me perdió para las matemáticas, y el latín y el griego, ganaron un aficionado a leer de todo… Son las pequeñas cosas que cambian el rumbo del mundo, como cuando Trump, de pequeño, se dio aquel g...