*Optimismo*
Me he levantado pronto, como siempre, a cierta edad cuando has dormido bastante, ya vale, y después de las abluciones y el tomar lo prudente para tragar las pastillas prescritas, que creo que son demasiadas, me he ido a buscar mi cabeza, pero no la encontraba, no recordaba donde lo había colocado, porque le dejé encomendados dos encargos para hoy, muy importantes, por un lado, venía alguien de París, mi hija, con una agenda muy cargada, los padres nunca ocupamos demasiado espacio en la agenda de los hijos y yo ya casi me he acostumbrado aunque no me guste demasiado; la segunda era saber de mi hermano, que también utiliza el teléfono con mesura como si fuera muy caro usarlo o una exquisitez solo para almas escogidas.
Todo se puede perdonar, excepto perder el tiempo en cosas inconsustanciales, vacías de contenido, sabiendo que ese tiempo es el bien más escaso, efímero y valioso que tenemos y debemos aprovecharlo con cabeza.
Cuando ya he encontrado la mía, mi cabeza, he tenido la sensación de no estar bien al cien por cien y me he acercado a hablar con un médico, que ya es amigo después de la charla que hemos tenido, porque un trato como el recibido por mí, de su parte, solo cabe en un alma elevada, me ha tratado tan bien y me ha aclarado tantas cosas, a mi edad, que mañana voy a volver a ese lugar para ver si de verdad existe o me lo he inventado, en un rasgo más de mi predisposición al optimismo, que creo que es algo bueno, aunque a veces me juegue malas pasadas. Como aquella vez que… Bueno, no quiero ser pesado… Ya te lo contaré otro día…
*B.M.*

Comentarios
Publicar un comentario