*Animales de oreja grande*


 Hay días en que me siento en una mesa del bar donde suelo ir a oír la crónica del pueblo, crónica de sucesos y obituarios y enredos amorosos, viudos con viudas y la crónica inmobiliaria de ventas y compras… Esa mesa, en su máximo esplendor, alcanza una asistencia de ocho personas, cuyo componente ideológico es el del partido de tres letras, que fue el nombre de diccionarios latinos y griegos de mi juventud… La media de edad no es baja no nos equivoquemos y, dado que la media anual de lectura, de un buen lector, viene a ser del orden de quince libros al año, esto se cumple si consideramos sumados la globalidad de los concurrentes. Corriendo los años 70, los padres que casi no sabían leer y tenían ingresos bastante buenos, solían enviar a sus hijos a estudiar a los salesianos de Burriana, mientras entre los alumnos de la época se manifestaba una clasificación de individuos, que no tenían intención de estudiar, y entre ellos se tildaban con el epíteto: “Ese es d’Orella Gran” “Ese es de Oreja Grande“ atributo de la oreja del burro, asno, pollino o como quieras llamarle. Ser de oreja grande era, sin paliativos, ser burro de primera división. Entre los componentes de la mesa hay dos de oreja grande y otros que no saben más y sin ser ricos, son contrarios al progresismo que les atienden en sanidad y transporte y viajes del Imserso cuanto menos. Uno, bastante prudente, me preguntó ayer, cuando estábamos solos, que era genocidio. Me alegré de explicárselo y me entristecí a la vez, porque uno se percata que el resto de la mesa no sabe de la misa, la media, pero llaman Perro Sánchez al presidente del gobierno y alaban a Trump y a Mazón. Esperaremos a que desaparezcamos todos nosotros y que la cultura cure esos brotes que aún quedan de “Orella Gran” que ha venido perdurando durante más de sesenta años. 

¡Ah, y que no abren un libro…ni por saber morir…!  

*B.M.*

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