*La vejez, la ancianidad y el tren y las uñas de los pies*


 Es posible que donde más se nota que te vas haciendo mayor, si no estás ya instalado en esa era cuántica, es en el ejercicio ritual de cortarte las uñas de los pies. Cuando se evolucionó, el tiempo no determinó que el cuerpo se pudiera doblar lo suficiente para ver con claridad las uñas, y las manos a la vez, con el aditamento de un cortaúñas. Las manos no tienen visión y te toca cortar a la palpa, después de abluciones con agua caliente o una ducha. Más o menos va saliendo del paso, pero de vez en cuando tienes que ir al podólogo para ese menester. Otra situación en que se nota que el avance del tiempo es inexorable, es el momento de bajarte del tren, con esa desimetría en los escalones y la distancia al andén, si no bajas de uno en uno los tres escalones que suele haber, mientras gambeteas con la gente que pretende subir al mismo tiempo que tú bajas, y te acompaña la voz metálica que te recuerda que no debes meter el pie entre la andana y el tren. 

¿A quién se le ocurre hacer eso, si no es por accidente? 
 Señores de Adif o Renfe, o como os llaméis, parece que hayáis hecho lo posible para que los mayores no viajen en trayectos cortos, por la dificultad de acceder al tren, y no digamos de la disposición de las vías con pasos elevados imposibles o pasos dantescos subterráneos. Si el propósito es hacer sentir que los viejos somos viejos… Lo habéis conseguido. 
 A Adif se le suman en la atención al mayor, los Bancos, los Ayuntamientos y los servicios telefónicos, solamente nos prestan atención si lo que requerimos es de pago. 
¡Si quieres sentirte viejo, y hacer una cura de humildad total…! ¡Vete a un cajero a ingresar dinero o a pagar un recibo, si no sales de ahí maldiciendo, es que estás en zona de paciencia global, que eres un santo, vamos ya…! 
Hala, vete a hacer tus cosas… Pero sin prisa…  
*B.M.*

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