*Si al cielo quieres ir…*
De todos es conocido, es vox populi, que soy dado al jaraneo de ahí mi apodo, para los íntimos: “Pepito el jaranas“, es lo que hay… Últimamente, me he sofisticado y ahora suelo acudir a los pueblos en el día de la fiesta patronal, misa, comida y procesión… Rodeado de autoridades, bien pertrechado con un traje de alto standing, que me vendió un sastre amigo, a buen precio, porque no lo recogió un novio al que la novia le dejó unos días antes de la ceremonia nupcial. El novio había pagado medio traje y yo pagué el resto. Sea como fuere, donde voy triunfo, porque voy hecho un pincel… Por méritos propios pertenezco a una orden de caballeros mendicantes, cuyo distintivo, espectacular, suelo colocarme, cuando estoy cerca de mi objetivo, que no es otro que el cura del pueblo o el obispo… Cuando ya hemos comido y bebido, los curas beben, pero los obispos aún beben más, yo me acerco ceremoniosamente, ellos se quedan prendados de mi distintivo, que es impresionante por su colorido, lleno de cruces y espadas y entablo conversación, cuando ya nos sirven coñac del bueno… Toda esta introducción nos conduce a lo que quiero contar: En esas últimas fiestas patronales, no diré el nombre del pueblo, ni el de obispo, para no herir susceptibilidades. El obispo había vivido más que yo, porque yo iba a por información y fue esta: No creas, amigo mío, me dijo el obispo, que cuando muramos nos van a juzgar por lo que hemos hecho en la vida, porque todos somos débiles en cuanto a la carne, la gula y la falta de templanza, nos van a juzgar con dos pruebas, que a ti te voy a contar porque me pareces honorable y pío. La primera prueba, para mostrar tu paciencia, va a ser que realices un ingreso en un cajero. Si sales airoso de esa prueba, en la segunda vas a tener que elegir entre conocer bíblicamente a una mujer excepcionalmente bella o llevarte un maletín con dos millones de euros. Del resultado de esas dos pruebas va a ser tu futuro para la eternidad. ¿Y qué debo hacer, don Casimiro? —¡No debías haber dicho mi nombre, no vas a ser premiado! A pesar de que eres buen mozo y ya tenía puestas en ti mis complacencias, no vas a ser premiado. La prudencia es la madre del saber y tú no eres prudente. Debes aprender de la prudencia que hemos observado nosotros con la pederastia, y a pesar del montón de casos, aquí andamos, tan ricamente…
¡Prudencia, Prudencia…! Decía el arzobispo, llamando a su novia, a la que todos conocían como su sobrina…
*B.M.*

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