*La fuerza del amor*
Algo que no es normal nos está pasando, porque la percepción de belleza que nos infunde un caballo o un perro o un gato, amigos, casi familiares nuestros, nos hace convivir sin preocupación especial con sus excrementos. ¿A quién no le gusta el aroma del estiércol de caballo? Todo y pensando que las deposiciones de los equinos son hermosas y presentables, yo que he tenido y he amado a los caballos, echo de menos ese aroma y esa consistencia corpórea, he tenido el placer de ver y oír como la lluvia caía sobre el estiércol, viendo como el agua desgranaba las hebras de la hierba que había quedado sin asimilar por los intestinos del caballo, y las pepitas enteras, claro, de las algarrobas… Pura, alquimia y física recreativa, que devuelve a la naturaleza lo que de ella proviene. Igual ocurre con las deposiciones de los gatos o los perros, que vemos como algo habitual y natural y lo recogemos sin problema. Por el contrario, cuando le cambiamos el paquete a nuestro bebé, hemos hecho más de