*La fuerza del amor*


 Algo que no es normal nos está pasando, porque la percepción de belleza que nos infunde un caballo o un perro o un gato, amigos, casi familiares nuestros, nos hace convivir sin preocupación especial con sus excrementos. 

¿A quién no le gusta el aroma del estiércol de caballo? 

Todo y pensando que las deposiciones de los equinos son hermosas y presentables, yo que he tenido y he amado a los caballos, echo de menos ese aroma y esa consistencia corpórea, he tenido el placer de ver y oír como la lluvia caía sobre el estiércol, viendo como el agua desgranaba las hebras de la hierba que había quedado sin asimilar por los intestinos del caballo, y las pepitas enteras, claro, de las algarrobas… Pura, alquimia y física recreativa, que devuelve a la naturaleza lo que de ella proviene. Igual ocurre con las deposiciones de los gatos o los perros, que vemos como algo habitual y natural y lo recogemos sin problema. Por el contrario, cuando le cambiamos el paquete a nuestro bebé, hemos hecho más de un amago de arcada porque nos ha dado asco, siendo como es nuestro hijo. No le permitimos esa deferencia de trato de deposiciones, ni a la persona más amada, a no ser que formemos parte del nunca bastante ponderado estamento sanitario, que por vocación cuida de enfermos, mayores e impedidos, de nosotros mismos cuando los necesitamos. Hay que cambiar la escala de valores y poner las posiciones de cada cual en el lugar adecuado en cuanto a trato y permisibilidad, se trate de animales o personas…  


La próxima vez que me reúna, con quien ya sabéis, para crear otro mundo posible… el apartado del sistema excretor lo vamos a hacer más minimalista, y más compacto y aromático el producto que salga al exterior de nuestro cuerpo… 

 También tenemos pendiente todo lo relativo al trabajo esencial de la mujer reproductora de niños. Ya hablaremos de eso en otro momento, si os parece y conviene… 


 *B.M.*


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