*Fotos y ancestros*
Un cálculo a vuela pluma me dice que cada día hacemos, vemos y guardamos entre todos los humanos 18.000 millones de fotos en nuestros teléfonos y otros aparatos guardadores de imágenes. En mi caso, de las 2500 fotos que suelo guardar al año, vuelvo a mirar alguna vez en el futuro unas 300; las otras no las ve nadie, que yo sepa. Me parece que no me tienen conceptuado en los vigilantes de la patria o de la atmósfera como animal de potencial peligrosidad; luego esas fotos, de dudosa calidad, a pesar de que he hecho ya dos cursos de fotografía, quedan en el olvido más absoluto. Otra cosa sería si ocurriera una catástrofe, que ocurrirá, ya sea de tipo meteorito-chocante, de explosión del magma en su grado más bullicioso, o por alguna bomba americano-soviético-China, que se les vaya de las manos y en ese escenario desaparezca todo menos el disco duro mío en el que queda, como una situación de tipo cueva de Altamira o Lascaux y Chaubert y, los posibles visualizadores de mis fotos vean como hacíamos paellas, Bous al Carrer, como de abandonada estuvo la ermita en Nules por culpa del obispo, como me gustaba Monica Bellucci, o como recordaba los almuerzos con amigos, algún viaje por Egipto, París o Estambul, como quería a mi caballo, y a mis hijas, que aparecen y desaparecen como el sol y la luna cada día. Y de todo este compendio se formen una idea descabellada de nuestra vida, de cómo vivíamos, como nosotros nos empecinamos en averiguar qué pasó hace 40.000 años con nuestros ancestros y aún no sabemos qué tipo de ejercicios hacía Mazón en el Ventorro hace un año.
—Nada… Que tenga usted un buen día, peregrino de caminos inventados…
—Allí en aquel albergue, hoy dan sopa castellana, a buen precio, siga recto, no tiene pérdida…
*B.M.*

En tu línea. Excelente
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