*Próxima parada...*
Hay veces que me pongo a contar y se me va la mano, no controlo bien el Bic y después me arrepiento, porque hay cosas, como esta, que no deben ser sabidas por la opinión pública. Si estás leyendo esto, la frase que te voy a decir no la has oído antes, pero la oirás, un día la oirás.
El escenario que ves es sencillo, está hecho adrede para que no os asustéis, es como un autobús por dentro, uno, ya viejo, de los que llevaban cobrador con bolsa de cuero y gorra. Ese cobrador que ves se llama Salvadorin, le pusieron ese diminutivo porque es altísimo y porque pesa lo que pesa una carcasa de pollo, de las que se rusten para hacer caldo. Guapo no es y encima va mal afeitado.
Todo lo que te estoy diciendo, y ya me estoy arrepintiendo de decirlo, porque quedé con Caronte, que no lo contaría, y no tengo palabra, porque en cuanto veo una rubia tipo Briggitte Bardot, pierdo la conciencia y me descoordino de cuerpo y alma.
¡Ya no sé qué estaba diciendo…!
Ah…sí, la frase…
El autobús, que es como los de la Hicid y el cobrador, tal parece el mismo de toda la vida, el autobús, digo, va avanzando y en el lugar preciso, notas que se para y la voz de Salvadorin, dice, con un armoniosa cancioncilla aprendida en la Escola cantorum de la Vall d’Uxó:
¡Próxima parada, el infierno, si se marean pidan bolsas!
Y la gente entremezclada, con caras amarillentas, baja sin inmutarse, sin expresiones extrañas, algunos, es verdad, se marean y utilizan las bolsas. Hay militares, amas de casa, políticos, un cura y un novillero y los niños de una excursión, cuyo viaje acabó en un barranco… Todos siguen la flecha que indica la entrada al noveno círculo…
Hace tanto calor, que el río Aqueronte, está seco y Caronte, en vez de barca, lleva un carro tirado por camellos que necesitan beber menos agua y aquí no hay de eso.
A Salvadorin, no le cuadran las cuentas, y ahora se ha percatado de que le faltan tres viejas, que se debieron refugiar en el confesionario de la parroquia del Ángel…
*B.M.*

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