*Everest a puerta gayola*
En la última subida al Everest, no sé si te lo creerás, yo ya iba con la conciencia emponzoñada de las dos anteriores, cuando el deshielo dejaba ver, cada cincuenta metros, los cuerpos semimomificados de los que iban quedando por el camino. Un sherpa, que habla catalán, me dijo que ahora a los que suben, a partir del campamento de la cota 7000, les obligan a hacer testamento para que les regresen a sus casas, si vendiendo todas sus posesiones alcanza para ello.
Hay un trapicheo de cuerpos y de trajes, que es una desvergüenza, es un negocio grande y jugoso. Hay dos valencianos de Meliana que han abierto un asador de pollos y, por unos cuantos miles de dólares, a los fallecidos los convierten en cenizas, los empaquetan y por courier te los envían a casa. Al lado del asador de pollos hay una capilla portátil con cuatro puertas, una para cada religión; allí venden responsos, bulas y cédulas de matrimonio, por si a correcuita también quieres casarte por cualquier rito. Hay una tienda de ropa de alta gama, ropa de las momias, porque las momias con unas vendas nada más quedan la mar de sexis y sepulcrales, casi desnuditos, como vinieron al mundo, se van.
Y así, entre resfriado y toses por el mal de altura, nos vamos acercando al cielo, mientras esperamos a la muerte con la cara que pone el torero a puerta gayola.
*B.M.*

Comentarios
Publicar un comentario