*El caracol*


 Estaba yo de duermevela con un sueño trabajoso, que se interrumpía cada dos por tres, soñando en color, porque yo sueño en color después de entrenar y entrenar, y lograr además retomar sueños agradables después de despertarme. 

Me concentro y vuelvo al sueño agradable en tecnicolor y panavisión, que ahora ya no se lleva esa tecnología, pero decirloqueda muy técnico, al menos en la apariencia. 
 En ese duermevela me he centrado en un nido de caracoles, muy bonitos y limpios, que tenían a su lado, entre barro, finamente babeado, huevos, centenares de huevitos blancos, todos iguales, que parecían caviar blanquísimo, y son una preciosidad y abusan de su blancura, que es tan pura que seguro que Sorolla ya la tiene plasmada en sus lienzos. ¡Me apuesto cualquier cosa a que sí! 
Vuelvo al caracol, que es lo que me ha llevado al Bic. Estoy profundamente convencido de que el caracol, uno de ellos, uno cualquiera, ni por asomo, se pondría a entrenar para presentarse en las olimpiadas a la carrera de los cien metros lisos. ¿A que no? Pues así de claro lo tengo yo también.
 ¿Y por qué digo esto? Pues sencillamente porque cada cual debe dedicarse a su cometido. En este relato, el caracol a su nido y a sus huevitos y yo a saber que la velocidad no es lo suyo. 
 Así de este modo, y extrapolando el hecho científico a otros hechos que se pueden demostrar empíricamente, podemos concluir que cada cual debe hacer lo que pueda, lo suyo, en pro de lo que crea conveniente y no meterse en berenjenales, ni en camisas de once varas, porque las fake news van a estar ahí, los adoradores de Franco también y los jueces sabios y los jueces burros también, mientras las señoras de cuna rica leen las memorias del rey ladro, por si por una de aquellas aparecen en una página subliminal, en aquella tarde en la que tuvieron un desliz en la habitación 343 del Ritz…  

*B.M.*

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