*El arte de pelar la pava*


Creo que durante toda mi vida me he estado subiendo a trenes equivocados, unas veces a la fuerza y otras por necedad. 
En el caminar por la vida no analizas bien lo que está pasando a tu alrededor, y subes donde no debes y bajas cuando debías quedarte, si no tienes a alguien que repare en ti y te cante las cuarenta en bastos, porque tu padre está trabajando como un loco y no tiene casi tiempo ni de cortarse las uñas de los pies. 
 Las décadas locas de los 20, 30 y 40 años pasan como un tren bala; unas veces vas montado en él y otras estás en la estación pelando la pava, que lo del pelar la pava ya no se lleva, pero yo en mis tiempos de hogaño echo de menos trenes menos rápidos, comida reposada, una copita de buen vino y tiempo lento para pelar la pava. 
 
Ahora voy a concentrarme en lo que oí ayer a Rafa, que me regaló un libro de palabras, Onomasticón; me gusta.
 Me concentro escuchando música… Ay… Lúgubre… Es el Lacrimosa de Mozart, que lo escribió para sí mismo; yo con esa música entreno cinco minutos a mi cerebro para que se dé cuenta de que no hace falta comer o al menos desear comer tan fervientemente. No creo que lo consiga, porque recuerdo que mi madre me decía, porque yo era poco comedor: Te pasará como a la burra del Micó, que era un vecino, que cuando ya casi se había acostumbrado a no comer, fue y se murió. Es dura la idea. Mejor pensaré en lo de pelar la pava, que es una reminiscencia más cálida y acogedora de tiempos pretéritos que mayormente fueron buenos porque éramos jóvenes, por casi nada más. Ya quedan pocos de los de entonces y de los que quedan los hay que son muy buenos elementos, de esos que cuando les preguntas: ¿Qué haces? Te responden sin pestañear: Ya ves… Aquí… esperando a la muerte… Y ni se inmutan… ¿Ves como sí que hay gente que vale la pena? 

 Uy… Mira, ya ha pasado otro tren bala… Ahora a esperar al cometa Halley… Que viene en 2061, y no queda tanto… 

 *B.M.* 

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