*Abogados y juzgados*
Una vez que me percaté que pavonearme, no era lo mío y no me convenía, porque tenía que esforzarme demasiado para alcanzar un nivel no muy alto que no me proporcionaba suficiente satisfacción, dejé de hacerlo. Era otoño y es sabido que el otoño, aparte de colores ligeros, trae ya frío y si no eres Vivaldi, no le sacas partido suficiente para lucirte. Me dediqué a observar a las aves puras y a las carroñeras, a las que respeto por su ineludible trabajo de limpieza.
Y hablando de carroñeros he de decir que cada vez que paso por delante de un juzgado y veo bajar a abogados y abogadas, vestidos como si fueran los novios y novias de la boda, bajando de coches de matrículas recientísimas, carísimos, que te miran con la altanería de un Aznar o un Mazón, porque se sienten superiores y que te envían después de oírte unos “honorarios“ que no te puedes permitir, solo por llenarte de palabras incomprensibles de una judicatura enmarañosa y apocalíptica y que pagas muy cara, aun ganando o perdiendo el pleito. Al verme en esa situación, me dan unas ganas de volver a la mili, donde fui campeón de tiro en 50,150 y 300 m con Cetme y subfusil, porque pongo todas las balas del cargador en un círculo del tamaño de un plato de postre, y coger las armas y hacer prácticas con estos engolados petimetres que te cortan la cartera y la respiración. No he adelantado nada serio, me voy a ver como nadan los patos en el Estany, a los que no debemos echarles pan, ya te explicaré por qué, y ver a sus camadas, relajándome y esperando que el halcón peregrino de la zona no aparezca y siembre el pánico entre estos ánades pacíficos y sabrosos, recuerdo de cuando antaño los comíamos.
Escucha a Vivaldi, o a Mozart, o a la lluvia, y relájate porque te pongas como te pongas, eres carne de reloj biológico, y lo geológico poco tiene que ver contigo, te lo aseguro…
*B.M.*

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