*Inmigracion*
Le pregunté hace dos años a mi vecino, joven.
¿Qué vas a hacer? Me dijo: Quiero estudiar algo, pero tengo que trabajar, lo necesita mi familia.
Le di ánimo y le dije que no dudara en preguntarme lo que fuera, que si podía ayudarle, lo haría. Nuestra relación es buena, yo no molesto, le ayudo y, aunque en su familia hacen algún que otro ruido, lo vamos, casi arreglando.
Va pasando el tiempo y hace dos días viene Osama, con esa sonrisa abierta y alegre que tiene y me dice: Ya está, ya tengo el CAP, solo me falta lo del remolque, en 15 días más lo tengo.
Me he alegrado porque él transmite alegría y se lo ha tenido que sacar mientras trabajaba.
Un poco por mi pequeño espíritu aventurero, creo que lo tengo, y otro porque conozco el Magreb y una gran parte del Sahel, veo la necesidad de que esa gente prospere, porque son buenos, buenas personas y porque hay que dejarles que hagan su camino solos. Hoy por hoy su inmigración nos es tan necesaria aquí en Europa, en esta Europa desangelada que anda como pollo sin cabeza, que si se marcharán todos a la vez, los trabajos que hacen quedarían huérfanos y nadie limpiaría las casas, ni recogería la basura, ni cosecharía el campo, ni saldría a pescar y se nos iban a ver las vergüenzas por la ineptitud que hemos acumulado a golpe de mal pagar en B, en negro, a gentes cuidadosas de sus familias y que llevan la religión que por geografía les ha caído en suerte. Aunque ya se va agriando la frase, en la ONU está escrito “El respeto al derecho ajeno es la paz“. Todos tienen derecho a una vida mejor, su vida, no la de la imposición, como en 1492 con el Descubrimiento. Algunos de aquellos pueblos y de aquellas gentes ya eran imperio cuando llegamos y no hacía falta descubrirles para nada.
*B.M.*

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