*Chaquetas*


 Hay veces que, cuando me acuerdo de que es viernes, ya es domingo y eso no me favorece en nada. No sé cuántas procesiones, misas mayores o partidos de fútbol me he perdido, porque los acontecimientos rituales los hacen cuando estoy en esa ausencia. No es que yo sea un excesivo número o que haga falta mi presencia para nada, pero ya me echarán de menos… ya me echarán en falta, ya. Un día se darán cuenta de que no estoy y ya será tarde.  

Hace años tuve tres chaquetas de mucho nivel, una de cuero viejo, marrón clásico, con botones forrados en la misma piel, otra de Cheviot, de gran calidad y otra de lana de vicuña de los camélidos de los Andes. Tres chaquetas, tres. Las llevé a la tintorería, a la mejor de todas. Me dijeron que las recogiera en sábado, y como nunca me acuerdo de los sábados, deben estar las chaquetas preguntándose que qué pasa, que no voy a recogerlas. 
 La vida de una chaqueta no es nada fácil, se llevan lluvias, polvo, humo y manchas de lo que sea, no participan en nada, son simples observadores callados y realzan la presencia del que las viste, que puede ser rey o mendigo, sin tener derecho a ningún alimento o bebida, los sastres no suelen ponerles boca a las chaquetas en este planeta. 
En un tiempo, si la tintorería se va a la ruina, o hay un incendio o la cierran, las chaquetas se convertirán en desperdicios o vestirán a algún pobre venido a menos. Ya lo verás. 

 *B.M.*

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