*Mil trajes y una boda*
Hace bastantes años que no voy a ninguna celebración que requiera traje, no estoy seguro del todo, pero creo que no tengo ninguno ahora y tampoco tengo chaquetas, voy informal a todas partes. Comodidad.
Normalmente, voy con camisetas que no piquen y con pantalón de chándal fino, pantalón corto en verano, que aquí el verano es muy largo, dura demasiado. Yo soy más de frío que de calor, prefiero la gama 13°-21° grados que la 21° -32° que se lleva esta temporada.
Esa disciplina de no tener que guardar etiqueta, me pone en la tesitura de acudir donde quiero que no haya obligaciones, ni rituales conceptuales, de vestimenta social de alto precio.
Hace poco vi una boda en Valencia, en la catedral. Entré porque iba a ver los azules de los frescos del techo del altar, Buon fresco y fresco a Secco, con los instrumentos de estaño y pan de oro. Es tal cual el Quatrocento italiano. Abundante oro y azul de Acre. Ángeles músicos, querubines y serafines. Toda la tropa celestial.
La boda era un tropel de exageraciones, trajes que comprimían cuerpos de treinta y algunos años que se habían olvidado de cuidar sus otrora sílfides cuerpos y se habían liado a comer y a mojar pan, con resultados evidentes, de escotes llenos de carnes y ancas de mujer, nombradas con reverencia, pasadas de kilos, dicho sea, sin otro sentido que el de significar, que si tú calzas de pie, el número 40, no quieras ponerte un 36 porque la cosa va a acabar mal. Parece que estaban muy absortas en los preparativos de los trajes, como para dejarse aconsejar entre ellas. En cuanto al colorido, me pareció evidente que cada cual había hecho, otra vez, lo que le había apetecido con un resultado visual inquietante.
Pero lo del novio… Lo del novio, era de traca, al novio le habían regalado el traje los amigos y me lo habían llevado vestido completamente de rojo pasión, cosa que, al cura, ya mayor, pareció disgustarle sobremanera por el comentario que dijo en la homilía… “El rojo pasión del novio, distrae del altar. Esto es más propio de la vanidad humana que de la solemnidad sacra. Empaña pues, la pureza del sacramento. No es elegante y opaca la humildad y decoro que este día exige“
El novio reía y reía, porque antes de la boda ya habían bebido y celebrado la festividad.
En cuanto a la boda, había sido religiosa, porque la abuela de la novia sufragaba todos los gastos, siempre que la ceremonia fuera por la iglesia, como así fue…
¡Madre mía, como está el clero…!
*B.M.*

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