*Guiza*

 Zoltar me quería hablar en sueños y, a pesar de mi capacidad para dirigir lo soñado, le dije que ya le llamaría yo, porque acababa de descubrir algo asombroso y mi semblante lo reflejaba sobremanera. Mi estoicidad se había resentido como lo hace un edificio cuando se asienta sobre los cimientos de su estudiado propósito de aguantar una estructura de grandes dimensiones.  

Estando yo para volver desde Egipto, esperando el vuelo de Cairo a Estambul y de ahí a España, una potente voz me llamó por mi nombre de pila, y miré y encontré a Pepe, un joven egiptólogo, que ya tenía permisos para investigar proyectos por sí mismo en la zona de Sakara. 

Dicen que Pepe es de los buenos. Yo soy amigo de su madre, con lo que el camino está allanado. Hablamos, era la cuarta o quinta vez que hablábamos de Egipto y esta vez me dijo que tenía unos documentos que quería enseñarme. 

Llamaron a mi vuelo y nos despedimos y quedamos en vernos en un restaurante para comer en Villarreal. Pepe es de allí. Fuimos a un reservado del Avenida, 41 y comimos, hablamos y hablamos, hasta que nos dijeron que iban a cerrar. Me enseñó documentos que yo no podía evaluar, pero él me hizo un resumen de lo que había encontrado. Nada aparecía en jeroglíficos. Estaba escrito en arameo y en otra lengua que no aparecían en la piedra Roseta. El documento, que tenía varias piezas, apareció en la barcaza de Osiris, dios del inframundo, en Heraclión había sido hallado, y Pepe me dijo que él, infería y entendía que la esfinge de Guiza y otras similares que habían desaparecido, habían sido destruidas o estaban colgadas bajo la arena aún, eran, como se desprendía de los documentos, piezas de un juego similar al ajedrez, que decía Pepe, que jugaban los dioses en la antigüedad… 

 Las cosas tienen importancia cuando se las conoce, lo que no se conoce o no se ve, no existe…

 Voy a poner toda esta información en el umbral del sueño de esta noche y ya os contaré qué es lo que pasa, si es que pasa algo que valga la pena contar…  

*B.M.*