*Los abuelos, los nietos y la madre que los parió*


 Tienen nueve o diez años, los que yo conozco, y van a la suya y al móvil… Miran en el móvil lo que sea, cocina, caídas, goles, toros. Les hablan los padres y nada… Les mandan hacer cosas y atienden a la cuarta, y así no hay manera… Los abuelos, al menos yo, no sabemos mandar. 

¿Qué vas a mandar? 
¿Quieres que te enseñe francés? Pregunto… Y tienes la callada por respuesta o, ¿Para qué vale el francés? Yo que no sé mandar, creo que ya te lo he dicho, me callo, porque es tal el campo de contestaciones que no quiero comenzar. ¿O, sí? 

Contesto que: Solo por leer a Proust, aunque tengo una detractora por parte de madre, que me dice que voy de intelectual y no soy nadie, y eso me da igual, siento que no me conozca, no para que mejore su concepción de mí, al contrario, para que vea que leer vale, y mucho… Y que le sirviera de ejemplo. 
Pero a mi nieto le diría que, vale la pena aprender francés, para darse cuenta de la fuerza de su himno, que es de todos, en Francia, derecha, izquierda, adelante y atrás, un, dos, tres… Para, que vea lo que es querer a un país y pueda comparar ese alto valor con el vacío de compromiso que ha demostrado el alcalde de Torre-Pacheco, que me ha parecido, que no quiere opinar de política xenófoba, porque es un pueblo en el que ya no quedan dodotis de su talla… 
Maremeua, la que nos espera entre todos estos, Mazón y todos los juicios que están pendientes y en manos de jueces que tienen menos preparación de vida que el obispo emérito de Alcalá, por no nombrar al de aquí, Casimiro, que ha hundido en la miseria la ermita de Nules, y él está ahí a punto de jubilación a punta de puros y coñac… 

 —Bautista, écheme usted un largo de anís del Mico, con mucho hielo, que Lorenzo aprieta de lo lindo hoy… 

 *B.M.*

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