*RIP*
Quiso despedirse de todos sus amigos, y mira que el concepto de amigo era terreno restringido para él… que siempre dijo que los amigos se podían contar con los dedos de una oreja…
Les escribió con boli y papel, porque no le gustaban las nuevas tecnologías, y redactó para cada uno su carta particular y la echó al correo, franqueando, con lo que corría en ese momento, con sello de una efigie de alguien que nunca había trabajado…
Cada carta rezumaba cariño y recuerdos y literatura de alta gama, que ya quisieran para así, Pérez Reverte y otros advenedizos, porque se trataba de una prosa, contundente, cálida y veraz… El remitente sabía de qué hablaba y el destinatario se vería retratado en su versión amigable de compañero antiguo.
Entonces, pensando, se dio cuenta de que no le había escrito a su amigo Vicente… Y sin dudarlo un segundo, marchó en su búsqueda para decirle lo que quería, de viva voz, cara a cara…
Al llegar a su casa, el portero le informó que la familia de Vicente estaba en el tanatorio. Las pulsaciones se le desbocaron.
Salió raudo, el GPS le llevó a la puerta… Entró con el corazón en un puño, pensando en lo peor… Y Carmen, la viuda de Vicente, se le echó en brazos, llorando desconsoladamente…
Se conocían bíblicamente desde hacía tiempo.
Carmen había sido, antes de conocer y casarse con Vicente, el amor de su vida… Y esa noche, sin objeción, ni miramientos, porque así lo querían los dos, ya durmieron juntos, consolándose amorosamente, porque la vida sin amor no se comprende.
Se lo merecían.
*B.M.*
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