*La boda*
Este verídico relato, como es el 666 de la serie, se lo dedicaré al peor obispo que imaginar se pudiera y que nos tocó a Castellón en suerte…
Un día, en el que estaba prevista una boda de las de gastar y gastar, con ceremonia religiosa de por medio, ocurrió lo que voy a contar simplificando la narración para no cansaros…
El oficiante de la boda, el obispo, lo era, por compromiso con el novio, que por circunstancias de la vida había sido pareja del secretario particular del obispo. Obispo, de muy reducidas dimensiones, y que aún no se sabe bien cómo en tan poco cuerpo cabía tanta mala leche como existía en él.
El lugar de la celebración era un palacete centenario, precioso, con una iglesia adosada, que desacralizada se alquilaba para ceremonias de alto copete.
El banquete monumental y las viandas, carísimas y exóticas, con vinos, especialmente etiquetados para la ocasión…
Un chef de los de dos estrellas michelín y una docena de sirvientes de altísima preparación… tenían todo a punto en los fogones de la grandísima cocina.
Las ropas de los contrayentes exquisitamente confeccionadas en Sevilla.
Los invitados llegando en coches de alta gama. Se aposentaban esperando. Todo muy chic.
El novio a la hora en punto en su sitio, su pareja, haciéndose esperar, igual que el oficiante que igualmente aún no había llegado…
Las 12:55 sonaron, todo el mundo expectante, mirando hacia la puerta por la que debían aparecer los oficiantes… Las 13:08 y nadie aparecía. Las 13:15 y nada.
Alguien se dirigió a la mesa que, a modo de altar estaba adornada con candelabros y ramos de peonías, tulipanes, rosas y orquídeas. Cogió el micrófono y se dirigió a los presentes diciendo: Amigos, familiares… es mi deber comunicar con pesar, que siento deciros que se suspende la ceremonia por incomparecencia del obispo, que argumenta que no sabía que la boda era entre dos hombres…
Del mismo modo, el contrayente, que no se ha presentado, renuncia a casarse, porque se va con el secretario del obispo, el amor de su vida.
Por consiguiente, sin más dilación, pasaremos al salón contiguo a comer, beber y celebrar que la vida sigue…
Yo seguía pensando, desde hace ya un mes, que ese obispo no traía buena suerte…
¡Ya ves!
*B.M.*
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