*Despedida de Jaime*


 En el canto XI de la Odisea, cuando Ulises manda a sus hombres que le aten al mástil de la nave y asimismo les ordena que le taponen los oídos con cera, olvida que el canto de las sirenas, de las que quiere salir indemne, lo traspasa todo. Lo que él no podía esperar era la singular respuesta de las sirenas: El silencio, porque ante la belleza del rostro y los ojos del apolíneo Ulises, las que habían sido seductoras, se tornaban desde ese instante en seducidas. En Ulises, los ojos reflejaban lo imaginado, ya que el reflejo de lo imaginado es más bello que lo propio imaginado.

Ante el cambio sustancial, muere un mito o se transforma en otro. 

Lo fantástico y hermoso de contemplar una belleza que no se manifiesta, es una ficción cuyo origen oculta el mito, y la capacidad de olvidar las ilusiones propias. 

Al final del camino es un simulacro para alimentar otra vez el mito. 

Así de este modo, Jaime, imaginaba, sin sirenas de por medio que había hecho todo lo posible por conseguir el amor de su amada hija, y como el resultado de sus intentos, torpes, pero sinceros, no dieron nunca ningún resultado positivo, con cera en los oídos, atado a la convicción de su querencia, amorosa, resolvió casi sin querer, con ayuda del tiempo y de los acontecimientos de distanciamiento, porque pensaba que su felicidad dependía de la calidad de ser bien pensante, vio que si no se le valoraba y continuaba permaneciendo al lado de esa persona, tan amada, quedándose a su lado, era él mismo el que no se valoraba ni respetaba y decidió regalarle su ausencia. 

Flaneando por una comparativa de lenguas romances, he visto que en italiano hay dos formas distintas para el verbo “olvidar”, una es “dimenticare” (sacar de la mente) y la otra “scordare” (sacar del corazón)…el lenguaje es preciso y precioso, pero es duro olvidar a alguien, en cualquiera o en ambos sentidos.


*B.M.*

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