*Amores tardíos*
Estuve en Valencia en casa de una amiga que me convocó para una reunión. Reunión que yo había ido aplazando por diversos motivos, que no vienen al caso. La cuestión es que pasadas las fiestas de fin de año me decidí a ir.
Mi amiga, la llamaré Cris, aquí, para referirme a ella, lo es desde que teníamos unos quince años, yo soy algo mayor que ella. Siempre ha tenido mucho cuidado de su salud y de su cuerpo a base de gimnasios, masajes, piscinas y caminar y comer poco y bien, y cremas y aceites diversos. En conjunto su cuidado le ha proporcionado un cuerpo juvenil de firme consistencia. Es además educada y leída y viajera empedernida.
Me llevó a Civera, como cada vez que he ido a verla, donde debe tener acciones por la forma como la tratan. Comimos poco y bien, como es su costumbre, y después del café, fuimos a su casa en los aledaños de la calle San Vicente. Un piso dúplex confortable, bien montado y espacioso, lo clásico y lo moderno se conjugan y mezclan con exquisito gusto.
Tiene Cris en su casa una sirvienta desde hace años, cuidadosa y amable, la encontré una vez en el Mercado Central, lugar donde me gusta ir; por deferencia, la invité a un café, ella aceptó, yo intenté sutilmente, sonsacarle algo de la vida y milagros de Cris, pero ni una palabra me contó, eso es fidelidad, sí, señor. Quise saber algo de la vida de su señora, porque no conocía sus movimientos en los últimos años, en Valencia.
Nos reunimos con varios amigos, unas cuatro veces al año, para no perder el contacto y en verdad no lo hemos perdido gracias a Cris, pero no conocemos la vida y los milagros de los demás.
Ya en casa, tomamos té y un whisky carísimo, de muchos años. Me dijo Cris, que quería plantearme una especie de contrato o negocio, como quisiera llamarlo, y que había preparado un dosier para que lo estudiara y le contestara en el más corto espacio de tiempo posible, porque había tomado una decisión después de estar viuda más de siete años.
Sus dos hijas vivían en Estados Unidos y venían dos veces al año a verla y ella iba dos veces más y esa era toda la familia que tenía, puesto que las nietas, también estaban en América. Ella estaba sola en Valencia y quería compañía. Cris es clara en sus planteamientos y sentada a mi lado, con pose, creo que estudiada, con su voz espléndida y cálida, me dijo: Sabes y sé que nos apreciamos desde siempre, nos queremos en la distancia, así es, y salvo aquello que tuvimos en Fallas del 2000 y que no he olvidado, no hemos tenido contacto físico más allá de algún abrazo esporádico y la vez que, sin querer buscando besar la mejilla, nos dimos un beso en la boca, que yo hice que durará casi tres segundos, y que recuerdo con nostalgia. Ahora somos mayores y tenemos casi todo hecho, y mi propuesta, que así lo verás en el dossier, es la siguiente: Yo tengo mis rentas, pensión, alquileres y fondos en el banco. Te propongo lo siguiente, que puede cancelarse cuando queramos cualquiera de los dos, sin compromiso subsiguiente alguno. No tenemos nada que esconder, ni ocultar, si nos ven juntos entrando y saliendo de mi casa o lo que sea que hagamos. Si aceptas, tienes casa en la mía, habitación individual y otra compartida cuando se quiera compartir. Vivir juntos, comer, salir, cines, teatro, viajes, vacaciones y tiempo de libre disposición a conveniencia de ambos. Los gastos, porque sé que tú tienes ingresos diferentes a los míos, serán de mi cuenta; no hay problema alguno. Solo quiero, compañía y cariño, que sé que tienes, abrazos y charla y lo que surja entre nosotros, que yo sí deseo.
-Jolín, Cris, siempre igual de clarita y directa.
En este momento no puedo contestar, aunque te puedo decir que me atraes lo suficiente para despertar deseos que no me hubiera planteado de no ser por tu iniciativa. Te ruego que me des unos días, para decidirme. Todo esto es algo impensable para mí hace unas horas.
-Para avanzar, te enseño la casa y descongestionamos la situación, si te parece…
Vimos la casa, me gustó, tiene hasta biblioteca, me encanta ese detalle. Estaba todo en perfecto estado de revista.
Eran ya a las 9:00 de la noche cuando Criss, me pidió permiso para ponerse cómoda, y le dije que ya me iba a ir. Me senté un momento y ella en una habitación contigua, se cambió la ropa de calle por una bata de seda. Al cambiarse, reflejando en un espejo, vi todo el proceso y cómo se quedaba en ropa interior. A mi entender, estuvo mucho rato, sin ponerse la bata, como si fuera esa la intención. Tiene un buen cuerpo y lo sabe.
Sea como fuere, el caso es que la sirvienta marchó, y Criss y yo estamos ahora en la cama, la de compartir, repitiendo lo que creo que en mente llevábamos ensayando desde las fallas del cambio de siglo.
Acepté la propuesta de Criss y ahora vivo en el Cap i Casal, higiénicamente instalado con una mujer increíble, dando lo mejor de mí.
Inesperada sorpresa, con redundancia incluida.
Ahora me ha dicho que por mi cumpleaños nos vamos a París…
Esto debe ser pecado porque es demasiado bueno…
*B.M.*
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