*La cena*
La cena para mi gusto iba a ser demasiado copiosa, tenía de todo lo que se solía poner en las grandes celebraciones y en Navidad: entremeses gourmet, marisco en variedades diversas, langostinos, ostras, cigalas; cordero, patés, foie, jamón, quesos, todo un poco exagerado, pero hay ocasiones y ocasiones. Las bebidas de calidad suprema y los postres, consistieron en fruta fresca, dátiles y después café, té y turrones.
En la cocina, en su idioma particular, el que utilizan los alimentos entre sí, había habido sus más y sus menos, entre todos ellos, en cuanto a quién era el más importante, el mejor y el esencial por su calidad de imprescindible. Los langostinos clamaban por su importancia y calidad y el precio alcanzado en la lonja. El foie, con su toque francés elitista y el jamón de cinco jotas, dándose la importancia que sabía que tenía. Los vinos y el champán jactándose de su procedencia y su prestigio mundial. Los turrones observaban humildemente sin decir nada, eran de la zona y traían sorpresa, aunque ellos lo ignoraban. Una serie de malentendidos y un fallo de informática habían colado turrón caducado entre las compras efectuadas para esa cena. Turrón que había dado lugar, a la mañana siguiente, a una descomposición general aguda y la necesidad de llamar a tres taxis que desplazaron a los nueve perjudicados, que rotos de color, permanecieron en urgencias con sueros intravenosos, comentando que ya se iban encontrando mejor, pero que no tenían intención de comer en algunos días.
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