*Foto de familia*


 Hay familias, yo conozco más de una, que cifran su valía en algún pariente, cercano, lejano, próximo o distante y le citan y le exhiben como posesión valiosa en función de su riqueza, estudios o escalada, en política o en accionariado, de empresas, conocidas o por conocer. 

Tengo un árbol genealógico muy grande, con multitud de parentela, más de 300 en línea de sangre, y a muchos de los que aparecen y están aún vivos no les conozco, unos se han distanciado por falta de roce, otros, por rencillas, envidias y herencias o estafas. De todo hay. 
Si se hiciera propicio hacer una comida con todos juntos, no hay local suficientemente grande y capaz para organizar el evento, al menos en mi pueblo. En una posible cena de Navidad, podían darse hasta muertos, porque el compendio sanguíneo es como lo de 100 años de soledad, comprimido en un verano. Lo he pensado y si la distribución de los asientos en las posibles mesas no se hiciera estudiada y sagazmente me da la sensación de que no se llegaría al segundo plato. Las envidias y los “ esos que se han creído “, “mira la tía X que no quería a tu madre“ ¡Madre mía, qué panorama…! Mejor no intentar nada… Cada cual a su aire… 
 Las plantillas de los guiones de Berlanga se quedan cortas ante la multitud de panoramas posibles. 
Y si lo piensas bien, ha habido de todo, frailes, monjas, jueces, directores generales, alcaldes, directores de empresas, psicólogos, ladrones, gays… Aunque creo que asesinos, convictos, confesos o incriminados, no los ha sabido aún. 

Es raro el ambiente que se puede llamar familiar en cuanto se reúne más gente de la que cabe en un microbús. 
¿Verdad? 

 *B.M.*

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