*El espejo VIII*


 Tengo un teléfono que no uso nunca, pero esta mañana, a las cinco, ha sonado. Al principio no reconocía la música que le puse al tono de llamada, aunque es una música que me gusta y que, solo es un dato, está considerada como una de las músicas más alegres del mundo. Suenan en bucle en el teléfono, los primeros quince segundos de Obladí Obladá de los Beatles… 

 -¿Digame? He contestado aún medio dormido.

-Hola, buenos días, me ha dado su número un amigo común, tengo que darle un recado de parte de Fidias.

 -¿De quién? 

-De Fidias de Atenas. 

 -No conozco a nadie vivo con ese nombre. 

 -Si le conoce, aunque no con el nombre que tuvo en el pasado. 

 -¿Oiga, qué está pasando aquí? 

-Es un poco liado todo, pero el recado es claro… -Me dice Fidias, que si le puede poner precio a su espejo, que se lo compra o se lo cambia por una escultura. Si está de acuerdo, ¿cuántas monedas de oro quiere por él o qué estatua quiere que le haga y a qué tamaño? 

Se ha hecho un silencio prolongado, yo no sabía qué decir… 

 -Piénselo y le llamaré otro día… 

 -Vale, no tenía pensado vender… 


 *B.M.*


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