*Libros*


 Yo, debo confesarlo ahora que aún es tiempo de confidencias y de sinceridad, antes de que me afecte a las meninges.

Lo confieso, yo leí el Quijote. Entero. Durante las clases de Religión y las de Formación del Espíritu Nacional, dos asignaturas de alto Standing para los púberes de la época. Y además, leí el Quijote tomando notas de forma autodidacta, sin director estructural ni profesor de literatura que me dirigiera. Saqué todas las comparaciones y dichos que iban apareciendo y las tengo en una libreta de hoja caduca. Aún entiendo mi letra. Debo confesar que también he leído, sin ánimo religioso alguno, la Biblia, por puro placer literario. De ese libro me gusta la inventiva, la adjetivación y la plasticidad y claridad para relatar. 
 Una noche, en mis sueños viajeros, marché y estuve con un grupo de escritores. Era el año 325, durante tres meses, entre mayo y julio, estuvimos en un edificio en el que vivía Osio de Córdoba, que convocó el Concilio de Nicea, Concilio que después apoyó Constantino. Allí había fragor de plumas, tinteros y papiros. Era un no parar de ideas y conceptos. Había cerca de 300 copistas y otros tantos relatores y yo disfrutando de sus comentarios e ideas locas, como gorrino en una charca. 
 Estuve participando en la redacción del Génesis, ¡madre mía, no hace falta fumar nada para estar puesto todo el día! ¡Qué locura, qué ingenio, qué inventiva y qué memoriones los tíos! 
También ayudé a redactar el árbol genealógico de Abraham. Para no olvidar detalle alguno, no lo transcribo  porque la lista es interminable. Pero quiero referir que la que me atrae de todos, es Sarah, que es la que origina las Tribus de Israel. ¡Qué belleza de mujer, según contaba uno que decía haberla visto en sueños, supongo! Y no quiero olvidar la comida y la bebida que nos daban… Manjares, que ya no se dan ni en las bodas, ni en las cenas del emérito, lo único es que repetían mucho de setas, unas pequeñitas de sabor fuerte. Después de la cena, aquello era un alucine de ideas y ¡fiesta…! ¡Fiesta! ¡Que dos libros locos… La Biblia y el Quijote.! 
Ahora estoy leyendo el manuscrito Voynich, pero no encuentro aquellas setas para los aperitivos y no acabo de comprenderlo del todo. Probaré con lingotazos de anís del Mico… A ver qué tal va la cosa…
 ¡Bautista…! ¡Sírvame un poco de lo mio! 
 *B.M.*

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