*Conato de santidad*
De lo que te voy a contar, te concedo el beneficio de la duda, que no sé exactamente si se puede aplicar aquí, pero queda muy literario. Vas a ver…
Yo me lo creo porque lo viví y te lo transmito porque te pueda aportar valores de los que estás necesitando reforzarte. Y eso que, de verdad, Jucas, me haces pocos exámenes de conciencia y no llegas nunca a la contrición ni al arrepentimiento verdadero y eso no está bien teniendo, como tienes, amistades en círculos altamente religiosos.
Cuando estuve interno en un colegio religioso, ya te lo conté, todos los días nos daban misa, rosario y más cosas y a algunos pobres desgraciados les masajeaban contra su voluntad, la entrepierna y el entrepierno.
Yo me salvé de la quema por mi carácter rebelde y contestatario -ya había leído a Tartarín de Tarascón- y no creían en las cosas de los curas.
Un día nos trajeron a un pájaro que se llamaba el padre Emaldi, se había cortado un trozo de lengua, decía que para no blasfemar, y estaba haciendo el agosto en España de turné, vendiendo libros y enseñándole la lengua a los que querian verla de cerca.
Pasados unos meses nos trajeron el brazo incorrupto de Santa Teresa, una porquería, de veras, que daba asco verlo, pero los curas se hincharon a vender medallicas y lazos. ¡Buenos son ellos como primera empresa económica mundial!
En esas fechas tuve yo un lance de ver visiones doradas y auras durante la misa, y creyendo que era un amago de santidad. Se me pasó cuando mi madre me llevó al médico y es que me faltaba hierro y calcio, como para hacer una casa.
Como no había televisión en aquellos tiempos, ya se encargaba el obispado de nuestro apostolado con sus discursos infumables en los colegios.
Aún tendremos que dar gracias porque hemos salido bastantes normales para el abono que nos echaron, porque el abono que nos echaron era fuerte.
¡In vino veritas!
Voy a beber un poco de anís del Mico, a ver si veo visiones bonitas.
*B.M.*
En Santander también tuvimos el ‘honor’ de conocer al Padre Emaldi con su ‘lengua de trapo’. Yo era muy pequeño y el sentimiento que me produjo fue el de un miedo terrible. Un hombre tan mayor que hablaba de aquella manera tan rara.
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