*Volar*


 He visto de cerca la cabina del 787, y te juro que si eso lo veo yo a los 16 años, difícilmente no hubiera sido piloto. Es que me he enamorado. Ahí, delante de esos mandos y llevando una media de 280 pasajeros, hubiera perdido la noción del tiempo. Es el imperio de los sentidos transformado en máquina; tengo la sensación de máximo poderío, con la precisión de un reloj suizo. 

 Piloto. Eso me hubiera gustado ser. Lo único que me hubiera parado, pero lo hubiera superado, sería llevar uniforme. A estas alturas ya tendría todas esas barras doradas que caben en la chaqueta, esos galones que se llevan en la galonera, en los hombros, y que te dicen el rango y la experiencia que tiene quien los lleva. Hay cuatro galones, el cuarto con una estrella es el máximo. Comandante instructor. 

 Cuando te cruces conmigo, si ocurriera, en el aeropuerto, con toda esa parafernalia y la gorra y las gafas de sol, no me saludes militarmente, yo estoy vocacionalmente a tu servicio. Una vocación tardía, pero una vocación pura. 

 Hoy voy a decirle a Julia Roberts y a Aida Garifullina que me tienen a su disposición para llevarlas donde ellas gusten mandar. 

Yo entiendo que soy un animal incompleto, la naturaleza no se ha lucido conmigo y lo tengo claro y asumido. 

Puedo andar. Puedo nadar. No puedo volar. 

El pato sí puede volar. ¡Maldito pato! 


 *B.M.*


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