*La espera*

 Los regalos de Navidad desde el día 20 de diciembre desgraban, para los ancianos, así se debería haber establecido, sería un aliciente más para nuestra placentera existencia. 

Pero por ahora, me interesa más hablar de Asclepio o Esculapio y de mi estimada Elpis. Los dos primeros son el mismo dios, dicho en latín o en griego, con su vara sanadora enrrollada por serpientes, símbolo actual de farmacias y temas sanitarios, ellos han sido remedio de males y rescatadores a la vida y,  Elpis, que es la última diosa, la del final, la de la verde esperanza. 

Todo el mundo espera mientras vive, todos esperamos alguna cosa,  conformes con lo que vendrá, no hay otra, los unos esperan mejorar de una dolencia o de una enfermedad, los otros esperan un riñón o un hígado o una cadera, los padres esperan que sus hijos vivan bien, los hijos, llegado el momento -que llegará- que sus padres acaben su vida tranquilamente.

Unos agarrados a su religión, como garrapatas a un perro. Con una esperanza en algo ignoto y nunca probado de un más allá, predicado, escrito, publicado, pero en nada cierto, suponiendo que un dios les hará ¿Qué? ¿Que les hará?…ni idea. 

Por aquí deambula la ancianidad, y los otros también, esperando que acabe su ciclo vital. La muerte es parte de la vida, se dice, para reconfortarse, que viene a ser como decir que la parte vacía de una botella de anís también es anís y, no, pues no, no es anís, no lo es. Debería haber una forma colectiva de preparación a la muerte, la aceptación de la ausencia del que se ha ido y de sana resignación, para el que se va y, transitar casi poéticamente, sin sufrimiento, sin dolor, sin trauma, como una celebración si fuera el caso. 

Cada religión se inventó sus truculencias, ritos, músicas horribles y lúgubres, réquiems, responsos y aquelarres finales, Misas de difuntos y Dies Irae, mientras los curas andan bebiendo Matarromera del caro y, yo con mi anís del Mico. 

-¡Bautista…póngame un lingotazo de anís, sin hielo. Que helado estoy y esperando a la Parca!

*B.M.*