*Reportero de guerra*


Cuando comencé a trabajar, como no traía recomendación alguna y no conocía a nadie en la empresa, tuve que hacer los trabajos que nadie quería: repartir el correo, traer los bocadillos, hacer recados; después ya me dejaron escribir las necrológicas en las que no había lugar a literatura alguna… “Ha fallecido en nuestra ciudad… Don…"
Cuando cayó enfermo don Cayetano, me dejaron hacer una columnilla, la suya, de no más de 300 palabras, en la que no debía aparecer ningún adverbio acabado en -mente. 

Un día, cuando ya había entrado el nuevo director, se rompió una cañería, cuando no quedaba nadie en el edificio, excepto yo. Y me puse arreglar el desaguisado, me vio el director, que creyó que yo era el de mantenimiento… Cuando logramos entre los dos para el torrente de agua que salía, hablamos y me preguntó qué hacía yo allí. Le dije que era periodista y que estaba como en periodo de pruebas, desde hacía ya 18 meses… se sorprendió y yo me sorprendí más cuando supe que él era el director… 
Hablamos, congeniamos y ya escribía yo columnas de 700 palabras, que es mucho para alguien como yo, cuando un día me llamó el director y me ocurrió como el protagonista de viajes con Heródoto de Kapuściński, a él lo enviaron a la India de reportero, y a mí me enviaron a Gaza, yo iba con la idea de impedir que el tiempo borrara la memoria de la historia de la humanidad en ese lugar. 
No sé si lograré mi objetivo, aún no he logrado entrar, es la tercera vez que me deportan y he perdido una zapatilla y las gafas de vista. 
Hoy solo he podido comer un puñado de piñones.
 
Me fascina el acto de cruzar la frontera… Es para mí un asunto de vital importancia…

*B.M.* 

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