*Recuerda que has de morir*

 La casa no tuve más remedio que aceptarla para cobrar una parte de lo que me debía aquel individuo. Trilero e impresentable. No me hacía demasiada ilusión, pero la cogí… Cuando entré por primera vez, no había luz eléctrica y la casa estaba en penumbras. Estaba todo por reformar. Era una verdadera ruina. A mí, en la turbación, me pareció leer algo en la pared, un reflejo del sol, casi ya escondido. Algo que mi imaginación transformó en una frase latina. Memento Mori. Madre mía… 

 En unos días me enteré, por el vecino, que en la casa había una presencia. Una mujer que murió en 1973. Fernanda se llamaba. Tardaron en encontrarla muerta tres años, debido a que el cartero continuó durante ese tiempo, cobrando la pensión sin decir nada del óbito. Hubo un gran revuelo, el tiempo lo tapó todo… Fernanda tenía una importante cantidad en la Caja Rural que el cartero se encargó de limpiar sabiamente. Ella era viuda de un sargento muerto en Ifni, con buena paga. Dice el vecino que hacían fiestas memorables, cuando él venía, con grifa y hachís… Olía todo el pueblo y se hicieron conatos de orgías escandalosas. Una irreverencia total que llevó a la muerte al cura don Paco. 

 Vi que el único modo de sacar provecho de la casa era arreglarla y me puse a ello… Pedí dos presupuestos, pero lo pensé mejor y, ayudado por un arquitecto jubiladísimo, decidí hacerlo yo con dos albañiles mayores… Dos años de trabajos… Y al final la casa me quedó grande, 430 m², demasiado para mí… Hice cálculos de lo gastado y la vendí… No fue una experiencia de las mejores en mi vida. No te aconsejo meterte a hacer obras… 

 Este final hubiera sido el deseado... La verdad, la lamentable verdad, es que cayó una pared y dejó sepultado a uno de los obreros que no estaba dado de alta y ahora estoy en un pleito horrible y prácticamente sin blanca. ¿Debe ser culpa de Fernanda todo esto?

 Yo ya no sé si conformarme con la frase del inicio: Memento Mori, y estar feliz, porque aún estoy vivo… O eso creo… 

 *B.M.*