*Preparados*
En mi pueblo, en los pueblos y en mi país, los políticos andan zascandileando, no es nuevo, lo han hecho siempre. El cura y el obispo también zascandilean. Cada cual enreda a su manera. Los unos y los otros son especialistas en todo y en nada a la vez. Ponen cara de animal pensante, como si estuvieran desentrañando algo serio y trascendental o pensando en algo complicado, pero detecto que esas cabezas están huecas.
Un verano fueron a un curso de dos horas de lenguaje corporal y aprendieron lo básico, lo que les hace parecer rigurosos y sinceros en sus ademanes. El verano siguiente, en unas clases de etimología, aprendieron un puñado de sufijos y prefijos, y los más listos se atrevieron con un pequeño listado de preposiciones latinas antiguas, que usadas a su antojo les hacen sonar doctos y formados en leyes o en materias abstractas.
Raúl, un filólogo amigo, les desmonta los postulados con una afirmación a modo de pregunta encubierta, que no suelen encajar, les dice: Yo nunca me atrevería a opinar lo contrario, en el caso de que usted sí lo hiciera. Yo no tengo datos suficientes, como creo que usted afirma que es su situación. Y se va, sin despedirse y sin dar tiempo a que reciclen la oración…
Raúl dice que con el clero es más sencillo; en cuanto le sacas de su monotema celestial, van perdidos.
Yo no quiero opinar porque a veces voy a la nevera y no sé qué iba a hacer allí. Más tarde me acuerdo de que tenía sed o hambre y vuelvo y entonces lo remedio.
*B.M.*
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