*Los rincones*
En aquel pueblo no había cosas antiguas visibles y las invisibles estaban sin restaurar y sin dinero, ni ganas para adecuarlas y mostrarlas.
La historia fue cruel con esa encrucijada de caminos, cuyo valor más patente era ser cabeza de partido judicial y tener estación de tren. La guerra se cebó con sus casas y ahora tiene el pueblo un trazado cuadriculado.
No se pueden pedir peras al olmo, sobre todo si escasean ambos árboles.
Pero lo preocupante, a mi entender, es que el trazado cuadriculado del plano urbano, se ha arraigado también en las mentes y en las formas de pensar y afrontar las situaciones diarias. Al enfrentamiento abierto en la guerra y posguerra, le ha seguido un “Yo tengo en mi poder la razón… El otro está equivocado “ y la secuencia política es negar lo positivo del contrario, aunque eso suponga no avanzar…
Para distraernos hacemos cosas triviales que no tienen un futuro y arropan un escaso valor de presente.
La economía funciona a pesar de los detractores de las evidencias numéricas. La religión mantiene sus procesiones y boato, mediante subvenciones de los adeptos y el fondo global de sus riquezas. La juventud anda descreída y un poco despistada. Por eso voy a ponerme a coleccionar piedras pequeñas y hacer fotos de cositas raras del pasado, como guarda esquinas y portezuelas de llaves de paso del agua o rincones, rincones que no vemos porque no miramos, sin saber que los rincones tienen el valor de asesorar el tiempo pasado que nosotros vivimos en ellos.
¡Ay, Bautista, cuánta falta me hace el anís del Mico! ¡Ve y tráete una o dos botellas…!
*B.M.*
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