*Hermanamientos*
¡Qué lindo y placentero es proclamar a los cuatro vientos el amor que sentimos por algo, por alguien, por un lugar, por personas o por ideas, siempre desde el corazón, con bondad, todo bien condimentado y bien sazonado, con cariño sublime!
¡Se me ponen los pelos de punta de emoción cuando llego a una ciudad y veo en los rótulos de entrada que tal o cual ciudad está hermanada con otras de otros países...! ¡Qué preciosidad!
Cuando Malthus decía en 1796 que debíamos adecuar la natalidad con los medios de subsistencia, no hacía, sino proclamar un hermanamiento entre la razón y el estómago.
Ahora, con los resultados de los avances de la gerontología, tenemos que hermanar las pirámides de la población viejuna, con los medios y recursos alimentarios que nos proporcionarán unos pocos robots y unos pocos humanos y humanoides.
África va a ser en cuatro décadas el continente más joven del orbe terráqueo. ¿Cómo nos hermanamos con los pueblos africanos? Gestionando el modo de impedir que se acerquen a nosotros, poniendo vallas con concertinas o mirando como las pateras de plástico, con millares de jóvenes aventureros, intentan huir de sus países, buscando sobrevivir a su mundo infernal. ¿Qué no nos harán, en su momento, ellos a nosotros? ¡Confiemos y esperemos que tengan poca memoria y un corazón enorme!
Pocos o ningún hermanamiento he visto con pueblos de África. Y ya deberíamos comenzar... aunque fuera para prevenir, porque alma, no tenemos...
*B. M.*
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