*Madrid*


Escribir no es una función de privilegio en el mundo, es un castigo porque tienes la necesidad de hacerlo, no es como si algún dios nos hubiera besado en la cuna y nos hubiera elegido para salvar a los demás. No creo en eso, no creo en ningún tipo de aristocracia y tampoco en la del talento, sobre todo cuando la del talento es autoelegida, porque somos nosotros los que escribimos, quienes en el zoológico humano habitamos la jaula de los pavos reales y estamos continuamente felicitándonos por lo hermosos e inteligentísimos que somos y eso yo no lo comparto. Creo que el ejercicio de la solidaridad de compartir, cuando se practica de veras en el día a día y también creo en un ejercicio de humildad, que te enseña a reconocerte en los demás y reconocer la grandeza escondida en las cosas pequeñitas, lo cual implica también denunciar la falsa grandeza de las cosas rimbombantes en un mundo que confunde el valor con la grandeza. 
Hace poco alguien me halagó sobremanera porque me dijo: Yo, leyendo tus relatos, siento que tienes un ojo en el microscopio y otro ojo en un telescopio y me desconciertas, me parece una buena definición, por lo menos de mis intenciones de lo que me gustaría ser escribiendo. 

Voy a continuar con un relato… 
He tenido ocasión de viajar a la capital, en este caso he ido a Madrid, porque a Barcelona es muy complicado ir ahora, en tren y a buen precio, por el contrario, como el billete lo compré sine die, porque me da igual una fecha que otra, el precio de ida y vuelta ha sido de 36 €, lo que combinado con una estancia en una pensión de las de toda la vida, la pensión Santander, lugar conocido por un amigo, cuyo padre ya iba allí, cuando era representante de zapatos, cargado con dos baúles enormes llenos de su artesanal y refinado producto. Cuando te conocen, el precio es familiar, con media pensión si lo prefieres, son limpios, silenciosos, educados y cercanos si así lo quieres. 
Me gusta Madrid, conozco Madrid, me gusta flanear por el centro y ponerme mentalmente en el Madrid de los Austrias y maldecir a Carlos II y su 3 de octubre de 1700, cuando puso fin a la dinastía de los Austrias, firmando un horrible testamento en favor de Felipe V de Borbón, de cuyos descendientes inviolables, vamos sufriendo cuernos, robos y afrentas. Dejando esta nimiedad de lado, voy a contar que flaneando por la plaza de Santa Clara he encontrado una taberna que tiene varios alicientes para mí, aparte de tener el mejor bacalao frito del mundo y un vino a granel, que ya quisiera Matarromera poder embotellar, y el cocido a tres vuelcos de reconocida relación calidad precio mundial. En la sobremesa que puedes hacerla durar hasta las 7:30 de la tarde, ofrecen, una cosa inédita que, cuando la pruebas, no puedes parar… Las descargas eléctricas en pies y manos de 125 V… Es bestial, te recompone los chacras y te hace sudar por las mucosas del aparato digestivo que dan al exterior del cuerpo. 
Si no lo has probado, ve, no te arrepentirás… 
 
Me han dicho, de buena tinta, que en el Ventorro ofrecen otra cosa que cuando la pruebas te quedas mudo y no recuerdas si llevabas pantalones o no después de comer o antes, no lo sé bien. 
A Mazón le aguanta todavía el PP, por miedo al próximo desastre en elecciones… 
 Los 228 muertos no se nos quitan de la cabeza, ya caerá… ya… 

 *B.M.*

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