*Las llamadas*
Le costó tiempo saber que tenía ese don y cuando lo supo, lo utilizó durante unos años hasta que ya no necesitó que le llamaran. Tenía la singular capacidad de hacerse llamar por quien quería; cerrando los ojos, pensaba en el teléfono de la persona que elegía y colocando las uñas del pulgar y el índice en el centro de su frente, enviaba la orden: Llámame, Llámame y al cabo, recibía la llamada.
Ahora con 890 meses a sus espaldas, elige muy mucho quien quiere que le llame, ya no está en el mercado de emparejarse, y las personas que quisieran llamarle a él no le atraen y las que si quisiera que le llamaran no le llaman, con lo cual su mente está metida en un limbo que no tiene alteraciones, ni subidas, ni bajadas…
Disfruta de las cosas que puede, sin exagerar. Ni grandes fiestas, ni grandes privaciones.
Las noticias las ve con tantos filtros mentales y con la distancia temporal y la geográfica actuando, que ya casi ha conseguido que no le afecten religiones, políticas, ni morales absurdas. No concibe la envidia, excepto en un solo apartado, que no voy a revelar.
De la mano de los libros, abre y cierra espacios y situaciones y vive dentro de un nivel de confort que la religión católica lo consideraría pecado. Allá ellos, con sus toneladas de oro.
Lo dicho, lo justo, ni grandes privaciones, ni grandes bacanales.
Los sentidos afinados a una escala soportable. Umh… Umh…
*B.M.*
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