*Padre*
Yo miraba su rostro reflejado en el espejo, él no veía que yo le observaba, habíamos comido juntos ese día, después, con el café…
Yo dormitaba despierto leyendo “Camino a ninguna parte“ y él miraba el reloj con cadencia nerviosa y continua. Pasaban las horas… Las siete, las ocho, y cuando ya había entrado la noche por la ventana cerca de las nueve, apareció en su teléfono el mensaje que yo sabía que estaba esperando, decía: “Felicidades, papá, te quiero“
Callé, no me atreví a decir nada y vi que de sus ojos caían dos lágrimas que contenían todo el amor que tenía para ella y no podía darle.
Después su cara se iluminó, y sus ojos brillaron como Venus brilla cuando la Luna le deja…
Amor y calma y la vida continúa…
Era San José, Fallas, ya no llovía y el corazón de mi amigo rejuveneció, al menos un lustro, ese día…
*B.M.*
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