*Abidján*


Era mi segundo viaje a Abidján, esta vez fuimos para inaugurar el orfelinato que habíamos construido con dinero donado por grandes empresas. 
Una amiga especialista en temas de desgravación fiscal en cuanto se realiza una donación a una ONG, convenció a unas cuantas empresas y nos donaron dinero, una cantidad importante. Hubo otras empresas que dieron material de construcción, otros pagaron los envíos y yo me ocupé de la logística. No es fácil hacer eso, si eres novicio como yo, pero la voluntad de ayudar y el ánimo de aventura hicieron el resto, con bastante descaro regateé precios, sin temblarme nunca la mano, hubo que untar algunas manos allá y se hizo, de todos modos, llevar contenedores de 33 pies desde aquí hasta Costa de Marfil es caro, y una vez allá me costó más barato comprar un camión para hacer el transporte interior y después venderlo, que alquilar uno. 
 Tuvimos que agenciarnos acreditaciones de todo tipo para poder circular por allí. 
Vacunados hasta el gorro con todo el paquete africano: malaria, cólera, tifus, fiebre amarilla, tétanos, meningitis, polio, difteria, dengue, chikungunya. 
El viaje se realiza siempre por cuenta de riesgo del viajero y la hospitalización posible, repatriación de heridos o cadáveres, son de cargo del particular. Un chollo de viaje, como se puede ver.
Con estas premisas, después de pensarlo muy poco, fuimos allá cuatro veces en un año y medio. 
El orfelinato quedó precioso, se puede ver en YouTube: Orfanato Betania en Costa de Marfil. Ha quedado para la posteridad, se admiten ayudas, siempre falta de todo. 
Llevamos cuarenta equipos de informática para que aprendieran las niñas, además de mesas, sillas, camas, cocina, baños, azulejos de primera calidad, el equivalente a un camión pequeño de medicación. Esto no se podía hacer, pero se hizo. Todo salió perfecto… 
 Allí tienen de moneda el franco CFA, un euro es igual a 655,95 francos. 500.000 francos son 762 €. 
 El último día de estancia de nuestro grupo, éramos ocho, me percaté que la moneda era muy difícil de cambiar allí y fuera del país era misión imposible. 
 El salario en el año 2000 era de 40.000 CFA. 
Yo recogí todo el dinero sobrante  que llevaba el grupo, abultaba lo suficiente para llenar una caja de zapatos. 
 Unos días antes de marchar había visto a una chica, casi una niña, que llevaba un bebé en brazos y se movía entre el tráfico pidiendo limosna. Dos veces intenté llegar a ella, pero los coches me lo impidieron… 
 El último día antes de marchar al aeropuerto, cogí un taxi y fui al centro, por donde ella solía estar… Y la vi, de lejos, la vi… Paré el taxi, bajé y me acerqué a ella y al bebé. 
 Me miró… La miré… La hice subir a la acera y le di la caja de zapatos, metida en una bolsa de plástico… Ella me miraba y vio la bolsa, pero continuaba mirandome con aquellos ojos incrustados en una bonita cara de negro azabache, unos ojos con un globo ocular, de un blanco brillante, como brilla Venus cuando la Luna le deja… 
Le enseñé la caja, la abrí y ella vio lo que había y se quedó inmóvil, me cogió la mano y me dijo: “Mon Père, Mon Père”
 Yo no soy de lágrima fácil, pero ahí hice un examen final… Le dije: “Allez chez toi et apporte ça a la Banque”. Le dije que había un escrito en la caja que decía quién se lo donaba y que era todo para ella…  

El dinero lo habíamos contado Pascual y yo, eran 780.000 francos, el equivalente a 20 meses de salario de la época… 

 Y eso, que no me costó nada hacer, fue mi obra maestra en el país, un país esquilmado por Francia y sus adlateres… 
 No sé cómo se llamaría la chica, pero aún recuerdo cómo me sujetaba la mano y como me miraba…  

*B.M.* 

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