*228 falleros*


 Mi querido Odiseo, el sufriente, en su regreso a Itaca, a la vuelta de haber marchado a la guerra de Troya, es el ejemplo del deseo del retorno. La nostalgia, la pena de verse ausente de los suyos y de su tierra, llegando sano y salvo, me hace evocar lo que un conocido me cuenta sobre la separación de una hija que no ha comprendido a su padre y yo añado que él tampoco la ha comprendido a ella, pero entiendo que debían regresar antes de que sea tarde.

 Yo, ni de lejos, entiendo de quereres, porque he amado más a mis animales que a las personas, mi hermano dice que es que soy débil y tengo miedo a amar demasiado y que me fallen y sufrir más de lo programado por mi infantil cabeza, no le hago caso, porque no me interesa y así creo que vivo más feliz o más inconsciente la vida que me ha apañado entre libros, hijas y música. En mí la nostalgia no es tristeza. Es sentimiento y tranquilidad. 

 Llueve y cuando llueve me relajo y mi cabeza deja de doler, desde que tuve el síndrome Tolosa-Hunt, cuando va a llover, estoy los dos días previos anunciando agua… 

 Esto pienso mientras escucho a Gibran Alcocer en su Idea 10, y veo la pequeñez de Mazón y nuestra pequeñez de no ser capaces de acorralar a este hijo de Zaplana y juzgarlo porque los 228 muertos, muertos por su dejadez, van sobrevolando las Fallas y la política rastrera quiere quitarnos el valenciano que Mazón no ha mamado y no ama ni amará nunca. 
¡Qué quemazón va a dejarnos este Mazón! 
 
*B.M.*

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