*Los muertos de Schrödinger*
Nada podía cambiarse ya, en apariencia, ni renovar relaciones, ni despertar ilusiones, si el nivel de tranquilidad alcanzado era un valor determinado, ese era y no otro, como el grado de alcohol, que consigue una cosecha. Es uno, uno el color, uno el buqué y uno lo conseguido y no hay más. Así debería aceptarse, y continuar el camino, o pararse y disfrutar, aprender y participar con los más cercanos e íntimos.
Lo que no se ve, tengo comprobado que no existe, lo que no se sabe, tampoco, lo que no se conoce, es ignoto a todas luces. Sin percepción, la realidad es intangible y no tiene color, ni sabor, ni olor, ni forma. Si desapareces de un lugar, de tu pueblo, de tu país, sin noticias directas, las amistades y los conocidos y hasta los familiares desaparecen.
Me ocurre que cuando alguna vez voy al cementerio, en el pueblo donde vivo ahora, y flaneando visito sin ánimo de nada, las tumbas y nichos nuevos, me convierto en un asesino en serie, porque en menos de una hora puedo convertir a los que creí vivos en muertos, mi poder de destrucción de vidas me llega por haber conocido, si no hubiera entrado y no hubiera conocido, todos estos muertos estarían vivos para mí, por lo menos hasta la próxima visita.
Me siento grande por mi poderío, casi divino, al menos mágico.
Pero lo he pensado bien y voy a tardar unos años en volver a entrar en el cementerio y de ese modo les otorgaré vidas más largas a los ignorados difuntos.
Me parece que estoy siendo feliz en un grado poco habitual para mí y es porque me conformo con lo que tengo, o eso creo…
*B.M.*
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