*La caverna*
La estrategia de la distracción ya la utilizaron con nosotros, los vivientes, en la caverna, y simples como somos, olvidándonos de nuestros principales problemas, pusimos la mirada en inventadas cuestiones globales que, vistas ahora con templanza, nos importan un comino. Después vinieron con guerras inventadas en aras de supremacías económicas.
Locos de atar, dirigiendo el mundo. La gerontocracia instalada al frente de todo, pertrechada con inmensos pañales, como inmensa es su desvergüenza y nuestra poco valiente capacidad de echarlos fuera, a sopapos, a gorrazos o por las armas.
El Quijote, cuyo objetivo principal fue destruir la injusticia, se lanzó a arreglar todos los desaguisados posibles, se aplicó en liberar a los cautivos, que es la forma pragmática de batallar contra la muerte, porque la esclavitud suprema es la muerte.
Era una utopía personal de un idealismo desfasado, que desafiaba la realidad.
Pasa el tiempo, compañeros, pasan los años, las décadas, los siglos y seguimos en lo mismo, con otros yelmos, otras armaduras y cubriendo nuestras cabezas, en vez de con la gran bacía de barbero que llevó el Quijote, nosotros llevamos una caperuza de desvergüenza y falta de coraje ante las afrentas que imperan por doquier. Al menos Alfonso Quijano, el de la triste figura, tenía un objetivo claro; tan claro como oscuro es el nuestro.
Que la tierra nos sea leve. Un poco antes para el Papa Francisco que ya se va, y que debería volver para contarnos si hay algo en el más allá, para hacernos cambiar de estrategia, si mereciera la pena.
*B.M.*
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