*Errar*


 No es una capacidad intelectual como para ir presumiendo de ella, pero saber que no quieres, es tanto o más importante que saber qué quieres. Lo malo es que se aprende tarde, al menos en mi caso. Tarde, tarde… no verdaderamente, aunque si sobre los veinticinco, supieras qué y qué no quieres, jugarías con ventaja, mucha. 

 Fallos, hacemos todos por decisión, por indecisión, por mimetismo y por cretinismo, pero ahí está la magia, en aprender cuando yerras. Errar es humano. Yo erré repetidas veces y cuando ya había errado, no supe buscar el norte y otras veces me empeciné en lo que era un clamoroso yerro. Algunas veces tuve la suerte de que alguien querido y cercano me apartara del camino erróneo. 
Puede que tú yerres o que vosotros erréis, pero hay que tener en consideración que una buena errada, puede dar lugar a erradicar los errores de tu vida y eso es muy saludable, y mano de santo para acertar y no volver a errar. 
 Así, pues, no hay que tener miedo a errar, porque en el error está la clave de la experiencia. 

No cuentan las veces que yerras, sino las veces que te yergues de nuevo, porque cuando nos erguimos, estamos proclamando el triunfo sobre el yerro, y podemos proclamar con mano y voz de hierro: Cuando yo me erguí, supe que ya había vencido o estaba camino de ello. 

 *B.M.*

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