*Oidor*
Su inicio fue a modo de ONG, pero después de un tiempo y con la experiencia adquirida, vieron la oportunidad de obtener ingresos como empresa privada, y no dudaron en abrir primero un centro, después dos y así hasta hoy que se cuentan por docenas.
Escuchar, simplemente escuchar. Escuchar y asentir. El paciente o cliente, como queramos denominarlo, llamaba por teléfono o acudía al centro donde se le escuchaba… Simplemente eso. En el centro, con mayor situación ambiental, sillón y bebida caliente o tibia, de hierbas, ante una persona con bata, el precio era alto, pero los resultados sorprendentemente positivos.
Nadie se marchaba sin decir lo que quería, y oír, lo que se dice oír, oía música, tenue, relajante y, veía una mirada interesada y una cara, sonriente o seria, según la ocasión, asintiendo levemente y observando al hablante… Sesiones de veinticinco minutos eran lo apropiado.
Parece ser que los japoneses y los chinos lo tienen establecido secularmente y aquí ha tomado fuerza la figura del oidor, que no garantiza nada, de acuerdo, pero que devuelve al cliente-paciente lo que él quiere recoger. No es médicamente ciencia, se trata solo de oír, escuchar y apapachar, abrazar con el alma al que acude, como hacía tu abuela cuando te habías caído y llorabas, y ella solo con cogerte ya te devolvía la confianza en ti.
Háblale a tu espejo y te saldrá gratis la sesión… Está en ti. En ti.
*B.M.*
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