*El espejo X*
Más pronto que tarde, el cachito de espejo, que guardé envuelto en piel en un estuche que hice a propósito, debió saber que lo sacaría de casa antes de fin de año, porque cuando lo cogí de donde lo había guardado, noté o creí notar una vibración.
Ese pedazo de espejo me cantaba las cuarenta cada día, no podía ocultarle nada, cuando estaba unido al todo, que representaba el espejo en su integridad, no podía ocultarle nada de nada, porque era yo mismo, respondiendo a las preguntas de mi vida, preguntas que yo mismo me hacía.
Me lo llevé a la plaza Mayor, como le había prometido, donde hacen los toros y está la iglesia y el ayuntamiento. Le enseñé la fuente y vio el árbol de Navidad y la churrería que viene por fiestas… Vio a los vecinos paseando y a los niños jugando. Me dijo que era demasiado ladrillo y demasiado edificio, que recordaba haberme oído hablar de caballos y árboles y del mar y eso creía que le gustaría más.
Lo llevé al mar y vio las olas y vio patos y gaviotas y le gustó. Le conté que la gente no vive siempre y me dijo que eso no importaba, que lo importante era la serenidad y los recuerdos y trascender sin más.
Él era parte de la arena de una playa, de no recordaba dónde y me dijo que, ya que no íbamos a vivir para siempre, deberíamos planificar mi vida, mi salud, mis hábitos y dejar los vicios.
-¿Qué vicios tienes? Me espetó el minúsculo pedacito de cristal.
-No tengo, no tengo ganas de tener vicios. Es caro y en eso soy catalán. Los licores buenos son caros y las meretrices también, y tengo decidido no hacer uso de modalidades de satisfacción que no sean perentorias.
Creo, ahora que lo he escondido en el estuche, que el espejo ya no me impone, porque tengo casi todas las cuerdas de mi guitarra afinadas, solo me queda por cambiar la tercera y aún no he dado con ella. Si aparece, trataré de afinarla… Porque me gusta que mi guitarra suene en su total plenitud…
¿Y a quién no?
*B.M.*
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