*Testamento ológrafo XIX*


 Acabamos de llegar a Estambul, ayer miércoles las instalaciones de la empresa aeroespacial de Turquía, fueron objeto de un ataque terrorista. TAI es la principal empresa turca de la industria armamentística y de defensa. No es una buena noticia para mis planes. 

Indira ya me ha llamado para decirme que no pasa nada en Büyükada, que queda lejos y que lo que ha pasado puede dar como resultado una rebaja en el precio del chalet. No me hace ninguna gracia lo ocurrido. He hecho como si no me hubiera enterado, pero Nuria ya lo sabía. Es lista, lista. 

 Entre Ankara, donde se ha producido el atentado y “nuestra“ isla hay 400 km, pero no es agradable el tema. 

 Hemos llegado, nos esperaba un coche que ha enviado Indira y nos ha llevado al embarcadero y en 20 minutos ya estábamos en el chalet. No voy a poner adjetivos, pero con ver la cara que pone Nuria ya tengo bastante. Hoy es jueves y el lunes comienza su congreso. Yo voy a hacer de amante, mayordomo y lo que me pida. 

En el chalet hay una mujer con nombre muy raro, la llamaremos Ana para avanzar, chapurrea el inglés… Ya nos vale. El turco es muy complicado. Nos enseña la casa, nos acomoda y nos da un café turco y Baklava, buenísima, té y frutas… 

 Cada estancia que vemos ilumina la cara de Nuria, está todo nuevo, reformado con gusto y con muebles potentes. Hay aire acondicionado y calefacción por toda la casa y alfombras por las estancias. Es acogedor. Hoy vamos a descansar y mañana nos organizaremos. Nuria y yo conocemos Estambul, por lo que iremos a sitios elegidos con precisión. 


 A mí me ocurre con Estambul como le ocurría Kipling con la India, la veo como un enorme monstruo, a la vez abstracta y demasiado concreta, con múltiples ojos, que nunca dejan de escrutar al europeo, y me gustaría mimetizarme en sus paisajes y sus músicas y sus gentes y confundirme arraigado a este suelo, entre Europa y Asia. Ser yo en medio de la inmensidad de gentes y filosofías. Mirar desde la alfombra, el techo de Hagia Sophia o la Mezquita Azul y pensar que algo de ese espacio milenario me pertenece, aunque sea por un momento. Lo he pensado bien y esa sensación la puedo conseguir solamente aquí con un pie en Asia y otro en Europa. 

La señora Ana, la guardesa, vive cerca del chalet, además tiene una habitación con baño en la parte trasera de la casa, que da al jardín, y  lo tiene limpio y ordenado. Ya he mirado todo y hay una estancia que puede ser la cuadra de mi futuro caballo. Me ilusiona eso muchísimo. Inch’alhá. 

 La señora Ana, nos ha preparado una cena ligera, de verduras y un poco de pescado, té y a dormir. ¡Que estamos cansados hoy! 

 Cuando le estaba dando el masaje de relajación, que siempre le doy a Nuria antes de dormir, le ha llegado un e-mail, repetido y he parado mi magistral trabajo para que lo pudiera mirar. 

 -Madre mía, dice Nuria… Escucha lo que me dicen: Por motivo del atentado en Ankara, en el que hay cuatro muertos y numerosos heridos, y para tranquilidad de todos, dado que el gobierno ha calificado de atentado terrorista, cambiamos el lugar de celebración del congreso de Estambul a Roma. En la recepción del aeropuerto tendréis los billetes para el vuelo que saldrá el domingo a las 11 horas. Rogamos que nos disculpéis, pero hemos acordado este cambio para que todos nos sintamos más confortables. Gracias por vuestra colaboración. 

 -Bueno, pues nada, cambiamos de país, no hay problema. 

 -¿Sabes qué pienso?… Que vamos a continuar con el masaje y ya decidiremos lo que vayamos a hacer. Es la tercera luna de miel que me parten por la mitad… 

 -De acuerdo, mi ama… 


 Mañana del sábado, las 8:30… 

He dejado a Nuria dormir y estoy mirando y midiendo y pensando. De pronto aparece ella. 

 -¿Qué haces? Me dice. 

 -Estoy midiendo porque tengo unas ideas, que no sé si se aplicarán aquí o dónde. (Aún no le he planteado lo de vivir en Estambul, lo del atentado me ha enfriado un poco la idea). 

-¿Sabes qué, Jaime?…

Creo que es mejor que vaya yo sola a Roma, al menos tres días, después vienes tú, yo aprovecharé el tiempo más intensamente y después ya nos quedaremos unos días allí. 

-¿Te parece? 

-Ostras. Otra vez separados. 

 -Son unos días solo. 

 -Vale, de acuerdo, yo iré al cuarto día, el jueves. 

 -De acuerdo, y te aprendes Estambul para otra vez… 

 Hay dos bicis en la casa, las cogemos y damos la vuelta completa a la isla. Esto es la tranquilidad absoluta, ni un ruido. Ya sabéis, no hay coches, ni motos, ni patinetes, solo gente paseando o en bici. 

-¿Te gustaría vivir aquí? Pregunto. 

-Tendría que pensarlo, no me lo he planteado. ¿Por? 

-Te parece que lo pensemos, vivir a temporadas, cuando haga buen tiempo. A Barcelona solo hay cuatro horas. Y si continúas con tu trabajo, esto es como el centro de tu mundo. Ahora en Barcelona la calidad de vida está muy baja. 

 -Si lo vamos hablando, podemos hacerlo, la economía nos lo permite. 

-Eso me lo tienes que contar bien… 

-Algún día, te lo contaré… Por el momento no nos hace falta nada. Y tú eres un chollo con tus congresos. Y a mí, ya no me sigue la policía… Ja ja ja. 

 Por la tarde cogemos el ferry y vamos al Gran Bazar a callejear y nos perdemos tres o cuatro veces. Tomamos té y nos encontramos a un compañero y una compañera del congreso y quedan para ir al aeropuerto mañana. Iré a acompañarla al ferry, ellos han quedado al lado del la torre Gálata. No ha estado mal el día. 

 Nuria está nerviosa por la noche con el tema de la inteligencia artificial aplicada a la traducción, pero yo tengo técnicas de relajación que la ponen bien del todo. Ella se deja mimar. 


 Domingo por la mañana. 

 Nuria se va en el ferry a las 9:00, nos despedimos y me agradece mis métodos relajantes con un beso que solo ella sabe darme. Vuelvo a la casa y me cruzo con dos caballistas, son dos chicas que montan con elegancia. Les pregunto dónde tienen los caballos y me dicen que hay un picadero cerca y me voy a mirar… 

Cuando veo un caballo rejuvenezco veinte años… 

En la cuadra hay siete caballos preciosos, tres son de los médicos franceses que son vecinos. He hablado con ellos, me dicen que Indira les ha hablado de mí. Me ofrecen subir a un caballo, pero no llevo ropa de montar, me ha parecido que no era el momento. Hablamos en francés y le dicen en inglés al cuidador que, si voy yo, tengo permiso para coger uno de los tres caballos de ellos. Les agradezco mucho la deferencia, montar es parte de mi vida, mañana vendré y montaré con polainas. Creo que le daré unas vueltas a todo esto de vivir aquí… 

 Nuria ya está en Roma, me dice que está más tranquila. Está paseando con los compañeros de ayer por la plaza Nabona y después van al Panteón, es mi edificio preferido en Roma. 

 Me ha sorprendido la cantidad de cámaras de vigilancia que hay en Büyükada y las garitas de vigilancia de seguridad privada. 

Estoy paseando por los alrededores y a lo lejos he visto acercarse a Indira, que me ha encontrado de casualidad. Ella ha llevado a unos clientes a ver una finca y se acerca y pregunta por Nuria. Le he dicho que marchó y que yo estoy viendo las posibilidades de la casa. Ella le quita importancia al atentado y yo hago como que no le doy mucha credibilidad a lo que se ha dicho. Respecto a las cámaras de vigilancia y los guardias, cuenta que hace poco había unos holandeses de una multinacional que implantaron ese sistema de seguridad y después ha quedado establecido así para toda la isla. Indira me dice que en la isla hay unos cincuenta caballos y que algunos están en venta, que si necesito ayuda, ella con mucho gusto me acompañará. Los picaderos son cinco, repartidos por todo el territorio. La gente de aquí parece muy amable, pero aún no he hablado con ningún autóctono. Todos son franceses, ingleses y algún español, se vive en un estado de vacaciones permanente. No quiero ilusionarme hasta que Nuria dé el visto bueno. 

 Voy a entrenar a correr por toda la isla… 

Mañana iré a montar sin falta. 


 Continuará…


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