*El soldado Pascual*


 ~El soldado Pascual~

El Padre llamó a todos enfadado, como solo Dios puede enfadarse, con su atronadora voz, que retumbó de Oriente a Occidente y de Asia al Mar Rojo, raudos, cuál centellas acudieron los Trece con María Magdalena entre ellos, en un arrebolado atardecer a la llamada sempiterna de su Dios. Se habían producido momentos de turbación celestial al contacto con los humanos, tan simples, e inexpertos en el trato con el prójimo, al punto que la situación hizo equivocarse a la secretaria, con amplio currículum en asuntos de intermediación entre cielo y tierra, la secretaria había confundido el libreto, y ellos, los elegidos, estaban predicando, lo inefablemente inaceptable, lo que nunca debería aparecer en las enseñanzas que había que transmitir, el libreto apócrifo. Alguien maligno, con malignidad estudiada, algún hijo o pariente de Satán, había ocasionado el enredo y colocado en el lugar inadecuado los evangelios espurios y ocultado los verdaderos, para perturbar la enseñanza del buen camino, a los futuros fieles, campos ávidos de semillas de fe y esperanza.  

 Así, de esta manera, comenzaba la vigésima de las 48 cartas que mi padre escondió, y que me legó ya en su lecho de muerte, explicándome que ese relato lo había heredado de su tío abuelo francés, Blai, nacido en la Farga de Moles, al lado de Andorra. Blai, era profesor de arameo, latín y griego en El Cairo. Hombre docto y recto en sus creencias, que habían ido mermando, me contaba mi padre casi ya sin voz, a medida que se incrementaba su sapiencia científica y enciclopédica. 

Esta vigésima carta, era la traducción exacta del arameo al español que hizo el equipo de mi tío en El Cairo y que el Vaticano en 1959, con Monseñor Roncalli a la cabeza; Roncalli, posterior Papa Juan XXIII y ahora San Juan XXIII, Roncalli de cardenal intentó comprar y destruir. Ofrecieron una fortuna en oro, pero no contaban con la inmensa riqueza que mi tío atesoraba, fruto de su comercio de especias y sal, en la época dorada de la ruta de la seda. El centro de operaciones era sito en las Islas Príncipe, donde en Buyukade, residía y estudiaba textos antiguos de idiomas ignotos o desaparecidos, Blai. Esa carta, la 20ª sin traducir del arameo, estuvo en su momento en Nicea I, en el año 325, el 15 de junio, cuando el Concilio. Pero por la indisposición de obispo Osio, promotor del magno evento, se dio por cerrado el estudio de documentos, quedando, esa carta, sin leer, ni interferir en la escritura de los evangelios. De haberse leído la carta hubieran cambiado de raíz los dichos evangelios. Y en el primer concilio de Jerusalén, en el año 50 de nuestra era, lo relativo a los documentos se vio de forma muy aleatoria. Sin documentación, la imaginación campó a sus anchas. 

En las otras 47 cartas, mi padre me va explicando, las voy leyendo ahora, con detenimiento, todas las penurias que han pasado en su familia, después de que su tío desapareciera en circunstancias misteriosas y con él su fortuna.  En la primera carta, analiza su genealogía, familia que desde la Farga de Moles, al lado de la Seu, Francia y Andorra llegan en España, a Vila-real concretamente, a Las Alquerías y a Borriana, donde poseyeron tierras de cultivo de naranjos; uno de los parientes fue Magistrado y el otro Deán de la catedral de Valencia, pero mi padre fue muy comedido con lo ocurrido con el Deán, solamente explicó que tuvo descendencia con una monja, sor Nati, de la que se enamoró, que debió ser algo casquivana y mi tío , por una foto que tengo se ve que era un adonis, eso dice mi novia Pepa; otro familiar fue miembro del Tribunal de las Aguas de Valencia, fue Justicia Mayor por la acequia de Moncada. Y así acababa, toda la notoriedad familiar, aunque  recientemente, algún juez, algún director general de algo, alcaldes, médicos y poco más, han adornado la saga.

 En la carta número 11, hay, dentro del sobre que la contiene, otro, sobre menor, con un papel hecho añicos, los he juntado, fue una serendipia, y el escrito que aparece estaba hecho por Leandro, un compañero de guerra de mi padre, y dice así: 

Nuestro soldado entró con la última promoción de la "Quinta del Biberón", era el año 1937, le tocó luchar en el bando republicano -aunque hubiera podido aparecer perfectamente en el bando nacional- esta promoción rondaba los 16 ó 17 años; marchó nuestro soldado-niño al frente, con trece balas para toda la contienda, no recuerda haber atacado nunca, siempre en retirada. Pasó el tiempo, pasó con mucha hambre y muchas penurias y calamidades... Acabó la guerra y llegó a casa, de tal guisa, que no le reconocieron... Estuvo, meses, tomando baños de mar para curar la sarna que trajo...y para curar las llagas de los pies, porque los últimos ochenta días de la guerra, en lugar de botas, llevaba dos sacos atados al modo "Chaplin". 

Después, otra vez, fue llamado a filas... Tres años de mili, primero Zaragoza y después en Jaca, por lo del "Maquis"... En el juzgado, porque era funcionario de juzgados... 

Cuenta el historiador que está escribiendo el libro de nuestro soldado que, Pascual, falsificó unos tres mil expedientes para salvar de los juicios sumarísimos, que estaban de moda en ese tiempo, a otros tantos soldados como él... Nunca ha salido a la luz pública esta historia... Es real... Sirva este escrito de homenaje a este héroe anónimo... 

 El papel hecho añicos lo había roto mi padre, la carta la había escrito, repito, Leandro, un amigo de la guerra y de la mili, y Leandro se encargó de que no desapareciera esta carta. Mi padre nunca supo que estaba guardada entre las suyas 48. 

 En la carta número 32, ya en una plena ebullición de crítica a la iglesia, por su comportamiento, a espaldas de los pobres y necesitados, se explican las cifras del dinero de la Iglesia Católica, a la que tan unida había estado toda la familia. Estos son los números, comprobables cuando hiciera falta. La Iglesia Católica es la poseedora, sempiterna, para mí indebidamente, del 30 % de todo el oro que se ha descubierto en el mundo. Históricamente, en cifras, 60.500 toneladas de oro, estamos hablando solo de oro, no contamos obras de arte, ni inmuebles. 

El precio del kilo de oro en la semana del 19 de abril de 2024 es de 73.537,44 €, lo que supone 4 billones y medio de euros. ¡Es 6.500 veces el presupuesto anual de España!  Es lógico que mi padre, hombre de iglesia, se enfadase, porque se ha pasado toda su vida, dando limosnas a la empresa multimillonaria más rica del universo, y la iglesia ha atesorado y no ha empleado ese dinero para los pobres y necesitados. Yo con este análisis, estoy con él, totalmente, y si a esto se le suma la implicación perderástica, es para enfadarse en serio. 

 Dedicadas personalmente, una a mi madre y las seis siguientes carta, a mí y a mis hermanos. A mi madre le decía que le gustaría volver a nacer, solo para encontrarla otra vez, que el tiempo con ella había sido lo mejor que le había pasado y que lamentaba no haberle podido contar el final de lo que iba a acontecer después de muerto y que lo había hecho por el bien de todos y cada uno, de ella y de los hijos. Y que se encargara de hacer el bien con lo que aparecería en las próximas semanas y que estuviera segura de que ella lo había sido todo para él. Le explicaba que había actuado de esta forma con lo que vería ocurrir después de la última carta, porque pensaba que sus hijos debían vivir en la honradez, en el sentido de la solidaridad y la empatía para con los demás y en saber ganarse la vida por ellos mismos. Que no contara nada a nadie y que, o bien vivieran  discretamente o que marcharan a  vivir, adónde él le había comentado tiempo atrás, allí había una gran casa a su nombre, con sirvientes españoles, las coordenadas son las siguientes: 40° 52’ 31’’ N y 29° 5’ 40” E, tal vez esa era la mejor opción. Debían ir allí.

De haber algo después de esta vida, él la estaría esperando con los brazos abiertos. 

Deja pasar los acontecimientos, le decía, vive amorosamente con tus hijos y sé feliz, al menos tanto como yo lo he sido contigo. Eres la princesa de mis sueños y con tu sonrisa en mi retina, me retiro a esperarte. Gracias por tu sencillez y por tu bondad conmigo. Te he querido y te querré siempre. 

En la carta, a sus seis hijos les reiteraba su amor y agradecimiento, queria que supieran que cuando uno se esfuerza, siempre hay recompensa y que esperaran unos días después de su muerte, y que hicieran caso a su madre, y a su hermano mayor, que era el albacea de lo que estaba por venir. Que fueran discretos y que lo que llegaba era fruto de un trabajo honrado. 

 La última, la 48, era también para mí, la abrí recordando el olor de mi padre, tenía un olor característico, sus manos trabajadas y sus ojos pequeños y vivos. En esta carta había una dirección, era la de un Banco suizo, una llave y una numeración y letras 1480VE2480.  

Ahora estoy saliendo de Valencia, en el vuelo Valencia-Zúrich, voy a ver qué nos depara el destino.


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