*Nacimiento*


 Las técnicas de estimulación de la Dexeus, al final dieron resultado, el algoritmo había dicho que ese día sería el día del parto, era el 29 de febrero y todos estaban expectantes, la madre primeriza, asustada como nunca, meses de escuchar música clásica para el feto, masajes, Taichi, natación y aromaterapia, de todo se había hecho, no era para menos, tenía pasados test de anamnesis, el de Apgar y el de Ballart, todo virtual de última generación, la presentación del feto era la correcta, cefálica. El quirófano reluciente, profilácticamente, optimísimo, el equipo nuevo, a estrenar; el personal sanitario, compuesto por dos comadronas, un cirujano, un anestesista y dos enfermeras y un psicólogo. El instrumental reluciente. Llegó el momento, ya había dilatado suficientemente, entraron todos, cada cual se puso en su sitio, había música ambiental y luces relajantes en el techo. La que iba a ser madre en el potro aerodinámico, alemán, de última generación. Todo en su exacta colocación. El cableado de constantes marcando los signos vitales de madre e incipiente hijo. Pasaron cuatro interminables minutos, la madre no quiso la epidural, quería tener los dolores propios de un parto cristiano. Cuatro minutos y medio y nada ocurría. Las matronas palpando las zonas adecuadas y el anestesista con todo preparado, pero sin actuar, según quería la familia. El cirujano hablaba con el psicólogo de algo intrascendente, esperando. El tiempo pasaba pesadamente y aún nada. 

Pascual, el psicólogo, hablaba con la futura madre y la tranquilizaba, cogió su Fongtendo y habló a través de él al feto, silencio en la sala, absoluto silencio, Pascual le hablaba con monosílabos al feto, naturalmente, no había respuesta. Las constantes del que iba a hacer eran buenas. Era un caso bastante extraño. 

Hubo movimiento del niño dentro de la madre y el feto se dio la vuelta dentro de ella, ahora estaba en posición podálica, pero con los pies abiertos apoyados en las paredes del útero. Pascual oyó un sonido, hizo que todo fuera silencio para escuchar y oyó una voz suave, pero firme, que decía: No, no, no quiero nacer. Las últimas las noticias, en los últimos meses, nada bueno hacían presagiar y con tanto estímulo intrauterino, el feto venía con la lección aprendida. 

Todos intentaron hacerle comprender, le prometieron de todo, pero no quería nacer. Pasaron los días. Dos semanas después la Bolsa había caído, las acciones que hubiera heredado el no nacido se desplomaron, y él seguía sin nacer. Los presagios más horribles se cumplieron. Pero no nació. 

Un equipo internacional está instalado en el hospital estudiando este caso, raro caso. 


 *B.M.*


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