*Día de paellas*


 Salimos de España por primera vez, cuando aún estaban cambiando la potencia de la luz de 120 a 240, creo. 

 Fuimos a París, llegamos al Hotel y a la hora de cenar, bajamos, y pedimos la cena. Había mucha gente en el local, era el comedor del Hotel Gare Saint Lazare, precioso, grandioso. 

Nosotros nos mirábamos y estábamos expectantes preguntándonos si es que había pasado algo, porque no se oía ni una mosca. Lleno de gente y no se oía la voz de nadie, mientras todos estaban hablando. 

Lo escribo en contraposición a lo que está pasando en este momento, en un bar en Nules con unas 80 personas, donde nos encontramos. Acabo de descargar la App que mide los decibelios, porque ni yo ni las dos personas que están conmigo damos crédito de semejante ruido que hay, es que ni queriendo. El aparato mide 85 dB y está en la zona roja de peligro para los oídos. La situación de ruido es constante. 

Me dice un compañero de mesa, que en una de las mesas de la entrada, hay gente de Villavieja y en otra gente de la Vall, en otra mesa, dos guardias locales, que por cierto se han tomado entre los dos una botella de vino y un carajillo cada uno, es lo normal de cada día y la duración de la estancia para almorzar, según el otro compañero de mesa dice que no baja de la hora y cuarto. No pasa nada. Están acostumbrados. 

 

Hoy es el día de las paellas en este pueblo. Correrán el vino y los licores de una manera abundante, porque las celebraciones de esta zona se centran en almuerzos, paellas, beber, toros y vaquillas, cenas y beber y más beber y con el aderezo, a veces, de las procesiones, que también es un caso particular a estudiar. 

Aunque ya lo tenemos centrado, falta comprender las razones exógenas, aparte de la cuestión social y económica. Mucha culpa de la situación de las procesiones y las vírgenes y santos la tienen los bares y restaurantes, panaderías, pastelerías y tiendas de vinos. Porque es su negocio y tienen que tildarlo en algo para poder hacer la fiesta. 

Sea como fuere, es lo que hay, si no tenemos nivel para más, tenemos para menos, dice José María, el otro contertulio. 

Después, la prensa sublime, Provincial, proclamará que se han hecho tantísimas paellas y que el Ayuntamiento ha dado miles de kilos de leña y los policías locales en traje de invierno, todavía, y con la calefacción central de vino y carajillos enchufada, poniendo orden por doquier. Es lo justo y necesario. 

Hoy en Castellón se han repartido miles de pastelitos que se han inventado de la Lledonera, regalas algo en la capital y las colas son de aúpa,  otro invento de los pasteleros para hacer negocio basándose en una Virgen, cuya devoción mucha gente pone en duda, pero que la prensa, interesada, proclama una y otra vez. 


Y en el periódico de hoy,  una foto del obispo con una oronda barriga, sentado con la alcaldesa, regocijándose del éxito de los recorridos que han organizado para la Virgen por Castellón. 


Oropel y boato, sí, pero nunca se le vio al obispo con pobres y enfermos… Qué curioso el dato. ¿No?


 *B.M.*


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