*Apariciones*

 Reconozco las huellas de un antiguo fuego que permanecía en mí, cuando henchido el corazón y el ánimo sobrepasado, me complazco en participar el hallazgo de mi bien amado, admirado, y nunca bien ponderado historiador, localista, Pere la Pera, crisol de sapiencia y virtudes que nos legó las líneas que, con lágrimas de emoción en los ojos y compungido el corazón, metido en un puño por la profundidad del mensaje que voy a transmitir, en lenguaje simple y claro, como fueron todos los escritos que tuvo a bien hacer, Pere; porque si tuviera que leerlo, sería imposible para mí, articular sonido alguno, mi garganta se ha transformado en algo parecido a la raíz de una palmera con una sequedad y abigarrado enjambre de filamentos leñosos por las que no podría salir ni un leve sonido, ni una brizna de algo. 

Este es su escrito, corto, claro, profundo, sin rodeos, sin artificios, sin caireles, sin oropeles, sin ostentación, ni coturnos, ni maquillaje alguno, como él dejó escrito bien claramente. 

En los papeles y documentos que obran en mi poder y en los que obran en poder de mis colegas, de Altura, por la Cueva Santa, maese Máñez, y el de Zaragoza, por El Pilar, maese Alcañiz, así como maese Martínez de Lourdes, y maese Jordao de Lisboa, por Fátima; podemos acreditar, si hubiera necesidad de ello, ya veríamos como salir del embrollo, que ha sido un tema folclórico y de sobremesa de comidas y bebidas abundantes, el haber dado a conocer, inventadas apariciones marianas, que fueron cogiendo carrerilla, al punto de, como posesos, comenzar a construir santuarios, que después se nos fueron de las manos y la iglesia ya no los ha dejado de las suyas, por los pingües beneficios que dan. 

Casi todos hemos muerto, pero con el negocio que se ha generado, la bola ya es imposible de parar. 

Quiera el destino que no se nos juzgue, y que al menos vayamos al purgatorio a purgar nuestro arrepentimiento, que aunque no es sincero, al menos escrito queda. 

Amén. 

 *B.M.*