*El limpia de Estambul*

 En Estambul, enfrente del Hotel, había un “limpia” de unos 12 años que me perseguía cada día, a pesar de que yo llevaba sandalias, sin apenas nada que limpiar. Se me pegaba y no me dejaba en doscientos metros. Acabamos hablando en un inglés raruno que él chapurreaba. Se sentó conmigo en una cafetería y desayunamos. Me contó penurias y desgracias de todo tipo. Le compré unas zapatillas porque iba a medio calzar y una camiseta de Raúl que le gustaba. Estudiamos cuánto quería que le pagara por dejarme estar y llegamos al acuerdo de que le pagaría una cantidad diaria, que no era muy elevada, la verdad, y en vez de dejarme estar me acompañaba a una distancia respetable. Kerem Ali, fue un hallazgo. Le decía donde quería ir y él buscaba taxi económico, donde comprar o qué ver y sin problema solucionaba todo. Con lo listo que es ahora debe tener una agencia de guías turísticos. 

 Me llevó a la Torre Gálata de noche, que no es fácil de entrar, a la Mezquita Blanca, a la Azul, a Aya Sofía, a pescar, a la Isla del Príncipe y él era el que acordaba los precios de todo. En ese tiempo comer en un restaurante de nivel, costaba 40 millones de su moneda y Kerem Ali lo sacaba por 20 y yo le daba cinco a él. Después lo recomendé a amigos que han ido Estambul. 

 A este viaje fui lesionado con fisura de tres costillas por un golpe que me había dado montando a caballo, y en el hamám que aparece en la película “La Pasión Turca” de la novela de Antonio Gala, en la que sale Ana Belén de protagonista, me remataron con un brutal masaje. Al volver a España estuve tres meses para recuperarme. 

Vino a despedirnos al aeropuerto y en otro viaje que hice con transbordo a El Cairo y a Sudán me trajo el ojo azul para que me diera suerte y protección. 

De los recuerdos, siempre… Los buenos. 

Una ciudad de escándalo. Buena comida. Buen pescado de tres mares Negro, Marmara y Egeo, detrás una historia increíble. 

 Para volver varias veces... Si se puede.

*B.N.*